Introducción:
En el ejemplar del 28 de enero de 1957 de Life en español, número por cierto íntegramente dedicado al tema de la mujer norteamericana, la autora de uno de sus artículos se mostraba preocupada porque ésta no aprovechaba las múltiples ventajas, privilegios y libertades de los que ya por entonces disfrutaba la mujer. A lo largo de todo el número de Life y en muchos otros posteriores se insiste en la necesidad de que esta mujer de la posguerra se convierta en algo diferente: "Hay un sinnúmero de ciudades y pueblos que estarían dispuestos a dar a la mujer-escribe dramáticamente la autora- la oportunidad de ponerse a la cabeza de todo género de actividades necesarias y productivas: en lo docente , lo social, lo político y lo religiosos..." Pero sutilmente el artículo desliza la certidumbre de que existe un profundo malestar en la mujer, una insatisfacción de base que la tortura: por ejemplo refugiarse en el consumismo desenfrenado, la elevada estadística de consultas psiquiátricas de la mujer, el aumento del alcoholismo femenino, son indicadores muy inquietantes. La autora del artículo intuye que en esa insatisfacción de la mujer se esconde una enorme energía que se resiste a ser encauzada correctamente.
Es por estos años que la mujer norteamericana comienza a mostrarse como un modelo de mujer. Este número citado de Life también advierte que. "Cuando se habla de la enorme masa de 60 millones de mujeres que hay en los EE.UU. se alude, primero, a dos cosas: su posición en la sociedad y su apariencia física. En cuanto a la posición...la norteamericana tiene una posición única en la sociedad: puede viajar sola, manejar automóvil, gastar el dinero de la casa, dirigir organizaciones y competir con el hombre en todos los terrenos. Por apariencia física se entiende no una belleza innata sino el atractivo que proviene de estar bien arreglada, limpia y aliñada, con cosméticos bien seleccionados, derecha la costura de las medias, las facciones no muy lindas disimuladas o retocadas para sacar de ellas el mejor partido posible y, en general luciendo el conjunto de todo ello de modo que revele el deseo de agradar, tanto en su calidad de mujer, como en su condición de ser humano..." (1)
Siempre me impresionó en este artículo de Life que una autora ya anciana perfilara con tanta claridad el contorno y las metas de la nueva mujer que se concretaría en los años '60. es que durante aquellos años, y al calor de una decidida expansión económica, se monta todo un dispositivo compuesto de consejos, ejemplos de vida, imágenes cinematográficas, difundiendo en todo momento no sólo por el cine de Hollywood sino también por revistas de lata difusión como Life, o las específicamente femeninas como Claudia y Femirama o programas de televisión como "Buenas Tardes .Mucho gusto" o "mujeres a la hora del té".
Esta nota pretende llevar a cabo un limitado estudio de este dispositivo que, en forma silenciosa pero con una extraordinaria eficacia, va conformando a partir de la consigna básica de una nueva libertad, un rígido entretejido de reglas efectivas para dar forma a un nuevo código de conducta, originando así a un personaje diferente: nada menos que la mujer moderna.
LOS AÑOS '60
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No es fácil describir los años '50 y '60 y todo lo que significaron para aquellas personas que, siendo mayores o pequeños, pudieron disfrutarlos. Casi se podría afirmar que fue el único momento histórico durante el cual era posible la felicidad. Al menos se contaba con la acción del dispositivo ya mencionado que incitaba a alcanzarla, y hasta incluso daba la receta.
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De la mano de una prosperidad económica que tenía al ser humano como medio y como fin, se logró tal dinámica social que quien no gozó de sus beneficios habrá sido sin duda por haber opuesto un poco de resistencia. Quién había vivido en la indigencia prosperaba en el comercio, quién había padecido de una infancia humilde de adolescente accedía a la escuela secundaria e incluso universitaria con relativa comodidad. La mujer se incorpora masivamente y ya sin prejuicio alguno al trabajo, no sólo en las fábricas sino en los empleos de clase media como secretaria ejecutiva, o variadas tareas en oficinas cada vez más elegantes y acogedoras. Comenzó a ser frecuente observar como jovencitas de aspecto agradable superaban una infancia llena de privaciones para convertirse en jóvenes triunfadoras en contacto con sectores económicamente más elevados, y con la posibilidad incluso de viajar a otras latitudes merced a sus nuevos empleos. Es decir, fue una época también de gran movilidad social y que tanto el cine como la televisión se encargaron de acercar y difundir todo un universo de sensaciones. Por otra parte, la estabilidad económica y los buenos salarios estimularon el consumo hasta casi el paroxismo de la felicidad. Incluso la excitación del consumo significó un nuevo problema de nervios.
Era pues esperable que en este bullicioso proceso de molecularización, con nuevos contactos físicos entre las personas, los personajes sociales (mujeres, hombres, niños, así como homosexuales, matrimonios, familias, pero también el barrio, la escuela, etc.) sufrieran profundas modificaciones.
LA MUJER, UNA NUEVA IMAGEN
Conviene señalar que todo el dispositivo, casi con monotonía, apuntó a la creación de una nueva mujer. Se enterraba a la mujer victoriana y se creaba a una mujer concordante con el nuevo mundo de posguerra. Se apuntó a crear, en principio, una nueva imagen.
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Por ejemplo, en revistas femeninas, en programas de televisión o en el cine, es decir por todos lados, comienza a hablarse en relación a la mujer con palabras como libertad, naturalidad, flexibilidad o personalidad. Se promueve un nueva mujer y para ello se observa la preocupación creciente por garantizar la libertad. Por ejemplo, aprovechando la imagen de las actrices de cine las revistas femeninas promovían una actitud de mayor libertad y desprejuicio: Un reportaje a la actriz Julie Christie destaca su fuerte personalidad: "ferozmente independiente- explica el artículo en una revista Femirama de 1966-, muchas de sus actitudes, así como su forma de vestir, lo demuestran. Durante la filmación en España del Dr. Zivago vivió aparte del equipo, sólo se trató con gente joven y su ropa no respondía a los cánones de las "estrellas"...no se maquillaba y su cabello rubio caía lacio sobre los hombros". Sin ningún prurito moral confiesa vivir con su novio Donald Bessant, un pintor inglés de 24 años y con una amiga en su cómodo departamento del barrio de West Kensington, y por el momento no piensa casarse. Y respecto concretamente a las relaciones sexuales prematrimoniales la nota periodística no tiene pudor en transcribir esta opinión de la aún muy joven Julie Christie:"Si una está enamorada de alguien con quién existe una gran comprensión física y espiritual, hay que tener el suficiente criterio como para saber conservarlo..."
Sólo una generación anterior, éstas declaraciones, aún proviniendo de una actriz de fama internacional, eran impensables. Con todo, no implican despreciar el matrimonio sino más bien dotarlo de una nueva lógica que garantice su solidez.
Todo el artículo muestra a Julie Christie dueña de su vida, decidiendo libremente sobre su trabajo y sobre sus amistades, sin dejarse encandilar por las cifras astronómicas que los productores cinematográficos le ofrecen a veces. Las referencias a su infancia también la describen como una persona tempranamente desprejuiciada: la echaron de un colegio religioso por contar cosas soeces a una compañera, cosa de la cual no se arrepiente. Luego de este episodio sus padres la enviaron a vivir a Francia a casa de unos amigos de la familia. Allí, explica la actriz, comenzó realmente a vivir. "Creo, dice, que hasta entonces ni siquiera existía". Pero en contacto con esas personas tan diferentes, en Francia "de pronto me encontré viviendo en el mundo maravilloso de una gran familia, muy intelectual y sofisticada en sus conceptos de la vida... yo, que estaba acostumbrada al estiramiento de la vida inglesa, al principio me sentía muy desgraciada, extrañaba mi hogar. Pero después todo comenzó a cambiar: tenía fiestas, bailes y conocí a muchachos franceses más atractivos e inteligentes que los ingleses..." Y subraya la nota que el lema de la actriz es:"Haz lo que quieras en el momento que quieras, diviértete, no te importe nada" (2)
Ava Gardner es otro modelo. Una nota de la revista Claudia la muestra llevando una vida de vértigo extremo:"...Ava lleva todo cuanto hace a extremos casi imposibles...vive con la mayor intensidad posible". En este otro caso, cuando decidió vivir en España,- delata la nota- su reducido grupo de amigos comentó: "-Allí va Ava, sin dejar nada a su espalda y sin ninguna meta donde dirigirse" y más adelante el artículo comenta: "Desde que Ava fue mayor de edad se diría que todos sus actos son una constante rebelión a las restricciones y convencionalismos a que fue sometida en su niñez" (3).
Pero si en los años '50 y algunos de los '60 tuvieron un prototipo de mujer libre y desprejuiciada ese fue Marilyn Monroe. Luego de comentar el avance de la mujer norteamericana en cuanto a libertades y predominio social, un número de la revista Claudia de 1957 enfatiza la importancia que ha tenido el cine en la formación del gusto y los ideales colectivos del momento. Citando un reciente estudio sociológico explica que para "comprender algo de nuestro tiempo y conocer cuales fueron nuestros deseos conscientes y, sobre todo, inconscientes, tendrán que recurrir-...- al precioso material constituido por las películas de mayor éxito..." y segura el artículo que el ideal actual de mujer para todo hombre norteamericano es Marilyn Monroe y la describe con las siguientes cualidades: "El aspecto exterior es el de la muchacha deportiva, sin prejuicios, segura de sí misma, que repite en edición moderna la valentía, el espíritu de iniciativa y de independencia de las mujeres de los pioneros, con el agregado de todos los elementos que los tiempos y el progreso del gusto de ambiente norteamericano han añadido, Hollywood mediante,a la figura de la mujer ideal" y menciona al respecto el sex appeal de Mae West, la ternura de Mary Pickford y una pizca de "vamp" con la sueca Greta Garbo.
Como en los casos de Julie Christie y ava Gardner, la infancia de Marilyn estuvo restringida por una educación puritana y sexófoba a la que la actriz también supo reaccionar; "Nace en una pequeña ciudad de provincia- explica la nota-, y es educada por una vieja tía que la aterroriza con su exagerado puritanismo mezclando versículos de la Biblia a todo pensamiento y a todo acto del día". Marilyn se casa justamente para liberarse de esa vida, pero fracasa. Con la guerra se emplea en una fábrica de aviones y ,-continúa la nota-: " Los inevitables comentarios de los compañeros de trabajo sobre la "barnizadora curvilínea", coadyuvaron seguramente de manera decisiva en desplazar la manera de pensar y de querer de Marilyn": Así nace una nueva mujer: sexy, despreocupada, vital, pero que sabe lo que quiere, ya que cansada del rol monótonamente erótico al que la condenan los empresarios del cine se inscribe en el Ars Studio para asignarle un nuevo rumbo a su vida. "Ahora- continua la nota-, descubrimos en Marilyn a la mujer norteamericana, a la dependiente directa y sin incertidumbres de la mujer de los pioneros que, tras un breve lapso de forzada sumisión, reempuña la carabina y su independencia. Y hace lo que se le antoja..." (4)
Y siempre insistiendo en las conveniencias de una mayor libertad, independencia y desprejuicio, las revistas femeninas describen a las mujeres de otras latitudes. Por ejemplo la revista Femirama incluía en todas sus entregas una sección especial en la que describía a la mujer según los países y las culturas. Si bien estos artículos no parecen muy serios en cuanto a su rigurosidad sociológica, importan por constituir un ejemplo de esta verdadera incitación a la libertad de la mujer. Tanto la mujer estadounidense (5), como la mujer escandinava (6) o la mujer francesa (7) coinciden en un punto: desentumecer a la mujer, despojarla de ese armazón riguroso de la educación recibida en la infancia para acceder a una personalidad más libre e independiente.
Sin embargo, toda esta libertad que se estimula parece no obstante, estar sujeta a ciertas limitaciones. Por ejemplo, observando la evolución en la prédica de estas revistas femeninas, esa libertad y esa independencia parecen circunscribirse al verano. Incluso, es en las entregas correspondientes a los meses de verano en las que más se insiste en la libertad. Y dentro de la estación del verano, la playa parece ser el lugar ideal para ponerla de manifiesto: "Estamos de vacaciones. La ciudad está ahora lejos y olvidada, y lejanas están también las obligaciones que no nos permiten dedicar mucho tiempo al cuidado de nuestra persona. Ahora podemos dormir hasta las diez, podemos revolucionar las horas del desayuno y almuerzo, podemos pasar la tarde jugando a la canasta, tenemos la posibilidad de hacer lo que queramos..."
Esta libertad del verano, con todo lo que tiene de distensión y tiempo libre, parece significar una nueva oportunidad para que la mujer vuelva su atención sobre sí misma, como así también significa, sutilmente, una ocupación del tiempo.
Más que de nuevas libertades, se trata de un llamado a ocupar el tiempo en un riguroso cuidado personal para lograr, en todo momento, la mejor imagen: "Bueno- explica la revista Claudia en 1958-, ¿por qué no aprovechamos para crearnos nuestro propio "tipo estival". Desde ahora, el cuidado de la piel, los tonos del maquillaje, el perfume, todo deberá entonar con la nueva estación y la atmósfera especial que nos rodea". Es preciso abocarse al estudio de la piel, averiguar si se tiene piel seca, o grasa, o acneica, y a partir de este descubrimiento, elaborar una firme estrategia, invirtiendo horas del día o de la noche para superar los defectos o disimularlos. Pero, en definitiva, todo ese hatajo de consejos, pautas, opiniones, constituye un dispositivo para que la mujer, lejos de abandonarse a los placeres del verano, jamás se olvide de sí misma, nunca se desconcentre de un cuidado de sí que la mantenga en todo momento en una agradable tensión: "Elija una crema o una suave loción protectora de los rayos solares que usará extendiéndola cada mañana antes de salir y que volverá a aplicar cada vez que tenga la sensación de resecamiento...", incluso, durante las horas de reposo en el hotel, debe limpiar la piel con una crema suave o un aceite lubricante. Las horas para tomar sol también se hallan condicionadas por el tipo de piel, o la edad. Pero igualmente, es preciso atender el cuidado de las uñas, el maquillaje de los ojos y los párpados, que variará radicalmente si es de día, si es de noche, si se es una mujer joven o ya se ha pasado la barrera de los cuarenta. La mujer nunca, pero nunca, debe olvidar que el tono de la sombra debe armonizar con el tipo y el color de la piel, ni que el delineado de los ojos dependerá, sobre todo, de la hora del día (8)
Y todo ello se debe a que esta libertad de la que tanto se va a hablar durante los años'60 de ninguna manera significa el descontrol. Más bien se apunta a hacer triunfar cierta corrección de la personalidad, y, en definitiva, una nueva racionalidad. Por ejemplo cómo debe comportarse la mujer que camina sola por la calle. Un artículo de la revista Femirama es bien explícito: "Vaya sola o acompañada, la mujer debe adoptar siempre por la calle una actitud reservada...", lo que significa no sólo que no molestará a los demás transeúntes "sino que, en general, se abstendrá de llamar la atención" Y deberá observar escrupulosamente las siguientes reglas: no correr, salvo extrema necesidad, tampoco caminar con pereza, detenerse en cada comercio o distraída por sus propios pensamientos. Tampoco arrastrará los pies por la acera, ni taconeará de modo llamativo ni avanzará en zigzag. No fumará aunque muera de ganas , no llevará atuendos excéntricos, ni escotes exagerados, ni peinados aparatosos, ni "pantalones" (sic). Mostrándose en todo momento ordenada es decir, nada de cabellos sueltos, maquillaje corrido o medias torcidas.
No debe mirarse en las vidrieras de los comercios. Nos e arreglará las medias ni detendrá a peinarse o a retocarse los labios. No llevará las manos en los bolsillos, ni a la espalda como Napoleón, sino simplemente una mano al costado del cuerpo y la otra sujetando el bolso.
Si por un buen motivo debe detenerse en un comercio o un semáforo, evitará apoyarse en un solo pie. No moverá el bolso juguetonamente, ni lo hará oscilar como un péndulo.
Naturalmente, tampoco deberá cantar, silbar, reír, gesticular ni hablar sola."
No volverá la cabeza para observar el vestido de otra mujer ni para presenciar la discusión de dos automovilistas ni fijarse en los hombros de algún joven apuesto. "Aunque sea muy curiosa, la mujer debe disimularlo cuando va por la calle".
Y si es importunada por un "Donjuan al acecho, ignorará su presencia. Se limitará a continuar caminando como si fuera sorda y ciega": Si el donjuan es demasiado audaz, tratará de esquivarlo entrando en un comercio, un banco o una biblioteca. Y si aún insiste, le advertirá secamente que va a solicitar la intervención de un policía. Dicho en un tono firme, tranquiliza el autor, esta amenaza suele ser eficaz.(9)
Es decir que toda aquella libertad que se predica se encierra (digámosle así) dentro de un nuevo equilibrio dado por una particular administración de las emociones de la mujer. Siguiendo el tema de la mujer sola en la calle, Femirama aconseja a la mujer cuando aborda un taxi. "Tengamos presente que al llamar un taxi corremos el peligro de ( movidas por la prisa y la excitación) incurrir en inconveniencias reñidas con los buenos modales. No olvidemos, pues, que no hay que gritar desatinadamente ni gesticular de manera ostentosa". Y prosigue "...Una vez en el coche, no hay que dejarse caer en el asiento; no se lanzan gritos de alivio ni suspiros de extenuación; hay que sentarse con compostura, cerrar sin golpear demasiado la portezuela y saludar al conductor... Si el chofer no conoce la dirección que le indicamos, no hay que mostrar desagrado; será mucho mejor darle las instrucciones necesarias o dejarle que consulte tranquilamente la guía urbana..." No se espolea al chofer a correr como un condenado y cuando la mujer deba dirigirse a él siempre debe ser con cortesía aunque le parezca que está alargando el recorrido, o la importune con su verborragia o insulte a otros automovilistas..."(10). En igual sentido, los consejos para saber como comportarse en la mesa rebelan esa intención de acostumbrar a la mujer a dominar sus impulsos. Femirama advierte que cuando se está en casa ajena el único reloj que cuenta es el de la dueña de casa, ella es quien se sienta primero en la mesa y la que da comienzo a la comida, y ella será también quien disponga cuándo nos podemos levantar de la misma. No se apoyan los codos sobre la mesa ni se estiran las piernas ni se debe restrepar en la silla. No se fuma entre un plato y otro, no se deja la ceniza en el vaso ni en el plato ni en el pocillo de café. No se sopla la sopa para enfriarla ni se rebaña la salsa que ha quedado en el plato. No se llena exageradamente el plato ni se dejan sobras en él, pero tampoco hay que hacer desaparecer hasta la última migaja o gota de salsa. Tampoco se debe comer hasta la última fibra del hueso del pollo. No se toman bocados demasiado grandes, ni se introduce uno sin antes haber tragado el anterior.(11)
A medida que la mujer se adentra en el mundo, a medida que va conquistando nuevos espacios, su libertad más bien va siendo recortada en función de un complejo efecto de proporción. Así se la pretende libre en la playa, contenida en la Iglesia, eficiente en el trabajo, atenta en la casa. Siempre observando el delicado equilibrio del "justo medio", vale decir, el punto emocional por el cual la mujer se ve obligada a avanzar sobre las pasiones y observar permanentemente su conducta. Lo que los griegos llaman "Enkrateia", o sea esa tensión de la mirada sobre los propios actos que garantiza el control del deseo. Por ejemplo, al abordar el tema de la mujer en el baile, ámbito en que solía jugar un rol importante la sexualidad, Femirama insiste en el cuidado de ese equilibrio. Por tanto, explica la nota, " no es de buen gusto manifestar una excesiva afición...pero tampoco hay que referirse a él con menosprecio": Es preciso asistir a un baile nada más que por el simple placer de disfrutar de un pasatiempo; "recuérdese, en todo caso, que la corrección en el baile es una cuestión de medida y compostura"(12).
Del mismo modo, el aspecto de la mujer, su efecto de belleza, también guardaba relación con la armonía y la proporción. Refiriéndose a la mujer francesa, Femirama escribe: "La naturaleza ha hecho a la mujer francesa esbelta, pero no escuálida; ágil, pero no nerviosa, ni demasiado alta ni demasiado baja; y con una gracia y una delicadeza tan particulares que le permiten transformarse con el cambio de las estaciones" (13).
Naturalmente, eran aconsejables la libertad, la desinhibición, el desprejuicio, en definitiva, el derrumbe de la mujer victoriana, pero para adquirir una nueva armonía, un nuevo efecto de belleza, un nuevo equilibrio. Componentes todos de otro aspecto muy mencionado en el dispositivo de la mujer moderna. El aspecto de la personalidad. Se insiste en que la mujer ya no vive a la sombra del hombre, por tanto debe esforzarse por situarse en el centro de la pinta y en el punto de mayor luz, por lo que se hace necesario que se vista de pie a cabeza con el armazón de algún tipo de personalidad.
La revista Claudia, en 1963, definía de este modo la personalidad: luego de mencionar que muchas mujeres se consideran a sí mismas sin personalidad, escribe: "...son también numerosas las que se lamentan de tener el busto pequeño, la nariz demasiado grande o diez kilos de más de los debidos"; sin embargo subraya que "poseer una personalidad significa lucir, impunemente, un pecho casi plano, una gran nariz o llevar con garbo diez kilos demás. En una palabra- explica-: personalidad significa ser uno mismo, con toda simplicidad y libertad. La personalidad es lo natural. Es preferible ser a aparentar...". (14)
A lo largo de todo el dispositivo se reitera la consigna de que la mujer puede ser la artífice de su propio ser. Sin embargo, al mismo tiempo se la atiborra de consejos, opiniones, ejemplos, para encausarla hacia una determinada imagen. En 1960, la revista Claudia abordaba así el tema de la personalidad y el maquillaje. La personalidad romántica posee una mirada lánguida, las cejas deben tender a descender ligeramente hacia los lados. Los ojos deben tener un corte perfectamente horizontal, y el dibujo, ejecutado con lápiz oscuro, contribuye a acentuar la regularidad de la forma, haciéndolos parecer más distantes uno del otro. Para ello se deben depilar las cejas hacia la nariz. Por el contrario, para transformar el rostro de una mujer fatal hay que eliminar la prolongación lateral de las cejas, extirpando los pelitos con pinzas y rehaciendo el arco más realzado y corto con el lápiz marrón. Además, con la base líquida oscura, se sombrea la parte baja de las mejillas, oscureciendo una zona triangular bien esfumada. El color de los labios dibujados con línea clásica y suave, debe ser de tono medio. "...En el dibujo de los ojos radica la mayor diferencia entre ambos maquillajes. Las dos líneas marrones que subrayan el nacimiento exterior de las pestañas no se encuentran, en la mujer fatal, sino que siguen paralelas..." Para la personalidad romántica las cejas se depilan en el centro, el arco se pinta para levantarlo. Los ojos se pintan con lápiz marrón y con el cepillito embebido en sombra oscura. El trazo interno de los ojos debe ser tenue para crear la ilusión de estar más separados. Para dar con el aire de mujer fatal, es preciso depilar el extremo de las cejas, el ojo se concluye de manera suave, la sombra se dibuja sólo en el centro del párpado, con el color marrón o verde profundo.
La personalidad ingenua -prosigue la nota- es ideal para la mañana, la personalidad "vamp", en cambio, conviene más a la noche. La ingenua conviene que maquille que maquille el arco de las pestañas con una línea irregular. "La sombra en los párpados superiores se ha distribuido en un trazo que termina en alto, hacia los lados..." Para el aire "vamp"las pestañas forman un ángulo marcado. El dibujo del contorno del ojo se inicia en lo bajo, para concluir en una suave colita ascendente hacia la sien. También los labios son más remarcados y evidentes. Para realzar la boca en el tipo "vamp" es necesario exagerar el trazo del contorno, que es distinto del tono del lápiz labial..." Ciertas mujeres deberán disimular la nariz larga o los ojos saltones o el maxilar prominente. En ese caso conviene disponer de sombra marrón muy diluida y aplicarla en las zonas donde los lineamientos son más marcados.
Entonces, el problema de la personalidad, la naturalidad y la identidad se termina resolviendo con la creación de una máscara que la mujer puede intercambiar según la ocasión, la hora del día, el estado de ánimo o las simples preferencias. Para ello se anima a la mujer a un estudio serio de sí misma frente al espejo: "...Para determinar cual es el maquillaje más apto para su rostro - se escribe en Claudia de 1858-, pruebe todos delante del espejo, pacientemente. Recuerde que basta atenuar un tono los tonos de los colores para adaptarlo a cada hora del día... Recuerde, finalmente, que los tonos fuertes del día son apenas visibles con la luz artificial, que los desvanece". Para el aire romántico, el rojo de las mejillas debe extenderse en medallón. El de la mujer fatal, la zona de la sombra debe obtenerse usando un fondo denso y oscuro. Para atenuar la línea del maxilar en el maquillaje ingenuo, el rojo de las mejillas va en ángulo agudo. Y en el "vamp", la sombra del maxilar debe ser ancha y oscura" (15).
La frase "una cosa es la libertad y otra cosa, muy distinta, es el libertinaje" fue muy popular en los años '50 y '60; se reproducía por televisión, se la enseñaba en las escuelas, se la escuchaba en la calle. Toda esa época apeló al equilibrio, al justo medio, para que la mujer, que venía reclamando mayores libertades, no traspasara la barrera de las pasiones. O sea, una nueva "Enkrateia", ese vigilar los propios actos con miras a la creación de una nueva mujer.
Por Marcelo M. Benítez.
REFERENCIAS:
Todos los números que se hallan entre paréntesis a lo largo del texto remiten a las siguientes fuentes consultadas. Ninguna implica aclaraciones o precisiones, todas ellas especifican el ejemplar de donde se extrajo la cita por si algún lector desea consultar la fuente completa: