Cuenta la historia que Edmundo Dantés fue encarcelado en el siniestro castillo de IF. Que fue traicionado por el marinero Danglars. Que liberado gracias a su tenacidad, coraje y buena fortuna, retornó a los lugares de donde había sido expulsado para ejecutar la venganza. Venganza que lo fue consumiendo hasta destruir el profundo amor que sentía por Mercedes, que había sido su prometida antes de ser prisionero, 14 años antes. El Conde de Montecristo triunfó, pero Edmundo Dantés fue derrotado.
La venganza, asociada siempre al placer de los dioses, es el temor que las clases dominantes sienten cuando la justicia sale de los chalecos de fuerza en los cuales fue encerrada por el Derecho. La venganza, néctar de los inmortales, es el pánico de los cómplices de los amos del universo frente a cualquier anuncio de tribunales populares. La venganza, es la descalificación que pesa sobre todo acto que legitima la defensa propia. Los canallas de turno completo exigen justicia y no venganza, decretan que no hay vencederos ni vencidos, para luego fusilar en basurales. Cuando la mano propia pretende hacer justicia, el coro de los comunicadores eunucos entona el aria conservadora Vade Retro Venganza. Esta convicción delirante que todo acto de justicia por mano propia tiene un devenir destructivo, vengativo y por lo tanto aniquilador, creo que forma parte de la conciencia de culpa que el sistema tiene sobre el carácter aniquilador y destructivo de sus actos. Conciencia de culpa que negada desde adentro, retorna desde afuera como pánico a la venganza. La sola idea de que pueda en algún momento tronar el escarmiento, ocasiona un ataque de pánico generalizado que en el mejor de los casos, cumplirá alguna vez la profecía "que se vayan todos". Aunque mas que irse, saldrán rajando. El poder es la impunidad, recitaba il postino maffioso. Pero la impunidad no solamente es el poder. Los poderosos también sienten el temor, la angustia, la desesperación, la depresión, los delirios, las adicciones. La impunidad no es un don del cielo, sino una limosna del infierno. Ya sabemos como paga el diablo. Carlitos Junior se enteró demasiado tarde. Ahora bien: la sensación de impunidad tiene una dimensión absoluta. Posee una cualidad mística, porque implica un alejamiento del mundo de los mortales, para arañar la tierra de los héroes, semidioses y dioses. Por lo tanto todo acto de justicia que quisiera castigar tanta impunidad, solo puede ser pensado por los poderosos como una forma despiadada de venganza infinita. Torres gemelas, sobran. Las marcas y cicatrices del Imperio son tan profundas que no es imposible alucinar en ellas semillas de odio y brotes de venganza. Los amos del universo sufren del mal de las esencias: piensan que todos, en el fondo, somos crueles y perversos. Que a ellos se les nota mucho más algo que en realidad todos tenemos, pero ocultamos. Por temor, por debilidad, por jactancia de intelectuales, ocultamos nuestra maldad interior. Por lo tanto, todo el mundo, todo el vecindario, incluso toda la familia, es un vengador anónimo potencial. Lo que se quiere hacer explotar afuera, termina , además, implotando adentro. Ya nadie puede estar seguro. El único pero pequeño triunfo es haber conseguido instalar como cuestión de debate un reduccionismo y una generalización. Los denominados problemas de seguridad. Si el sistema no cierra sin represión, tampoco cierra sin publicidad, sin azar, sin delito. La denominada seguridad es un recorte donde aparece como problema lo que en realidad es una solución. Los parámetros de absoluta injusticia en los cuales se organiza la producción, la circulación y el consumo de bienes y servicios, exige crear zonas liberadas. Los quini 6 y los secuestros express, el loto y los robos, son mecanismos compensatorios de una falla básica que ningún modelo puede remediar, ya que se trata de una falla básica del sistema. La distancia entre valor de uso y valor de cambio se ha hecho insalvable. Mercancías de absoluta inutilidad, donde las necesidades superficiales pueden ser satisfechas. Objetos de absoluta utilidad, que en su radical carencia deja a las necesidades básicas insatisfechas. El disloque de la clase media modifica el estatuto del cambio social: se pasa del cambio progresivo ascendente (mi hijo el dotor) al cambio catastrófico descendente (el dotor es taxista). Los problemas de seguridad que en realidad tienen que ver con las soluciones a la supervivencia no pueden ser resueltos. Entre 80 y 100 niños muertos con hambre y por efectos de sistema todos los días es un trágico indicador. Los asesinos por naturaleza del sistema capitalista no están en Fuerte Apache sino en los fuertes del Ministerio de Economía, la Casa Rosada, el HSBC desde donde por si alguna duda hubiera, disparan contra manifestantes.
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El Estado es un cultivo puro de delitos, todos de máxima inseguridad para el ciudadano. Residuos nucleares y residuos políticos han contaminado de forma irreversible a la democracia republicana y observamos los últimos días, de por sí demasiado largos, de esta mutación siniestra que entre otras monstruosidades, está en default pero sigue pagando.
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Es la hora de la justicia por mano propia. No de la venganza que espanta a los asesinos por naturaleza. Sino de algo que los capitalistas jamás podrán entender. Los que han prostituido toda forma de trabajo, desde el manual al intelectual, los que han corrompido toda forma de retribución, desde el honorario al salario, los que han dejado en el desamparo a cientos de miles de familias, los que solamente pueden pensar en el riesgo de la inversión financiera, en todos ellos hay cosas elementales que jamás podrán entender. La justicia por mano propia la ejercen aquellos que si han podido entender estas cosas. La justicia por mano propia no es venganza, pero tampoco es el derecho de las cortes supremas en corrupción. Cutral Có, Zanon, Grissinopoli, el Centro Cultural Comunitario de La Matanza, tantas otras experiencias donde la autogestión ha dejado de ser una alternativa para ser la única realidad productiva posible, están señalando que la justicia por mano propia ha empezado. La justicia es algo tan elemental como que: el trabajador trabaje; el maestro enseñe; el médico cure; el periodista informe; el pescador pesque; el agricultor siembre; el niño juegue; el gobierno gobierne; el pueblo decida; el artista invente; el escritor escriba; el abogado defienda; las familias luchen. Donde todos recuperen la dignidad de la vida, porque han podido enfrentar la sordidez de la muerte. La justicia por mano propia no es individual, no es ilusoria, no es infantil. Es real, colectiva y adulta. Es una forma de elaboración de lo que he llamado el Edipo histórico, que es el fundamento subjetivo y libidinal de la barbarie capitalista.
La justicia por mano propia es la que ejercen las Madres de Plaza de Mayo desde el año 1977. Esa justicia si que es infinita porque se prolonga en cada lucha, en cada piquete, en cada asamblea vecinal, en cada fábrica recuperada. La mano propia de las Madres se ha desplegado en la Universidad Popular Madres de Plaza de Mayo y multiplicidad de manos propias sostienen y apuntalan el proyecto popular y revolucionario mas importante de la Argentina.
Alejado de todas estas formas de justicia, Edmundo Dantés solamente pudo ejercer la venganza. El Conde de Montecristo aniquiló a los enemigos, pero también aniquiló al propio Dantés. Ningún luchador lucha por algo diferente a la justicia. Y siendo el capitalismo un sistema expropiador de mentes y de cuerpos, que mejor forma de enfrentarlo que sosteniendo en nuestras propias manos la irrevocable decisión de destruirlo.
Buenos Aires Noviembre de 2002.
* Por Alfredo Grande -Psicoanalista