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Año II - Nº 6
Nov-Dic/2002

Entrevistas

José Pablo Feimann
El Damero
Informe sobre el rumbo del país: Argentina, destino y realidad
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Néstor Perlongher
El "Cuchi" Leguizamón
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Buenos Aires

Argentina

Ajo y Limones

    Cuento

    CREACION DE MUJER

    Por Carola Chaparro Yentel

    La mayoría de la población adulta es capaz de aceptar que consulta, de vez en cuando, el horóscopo. Aún los intelectuales más respetados se encontraron secretamente con una tarotista, buscaron su porvenir en la borra del café o intentaron curarse con acupuntura. Sin embargo pocos se fiarían de un libro que les muestre su futuro.Cuando Lucio Klein recibió de su bisabuelo José un ejemplar de tapas doradas, que venia dentro de una caja de madera con candado, tuvo un fatal presentimiento. En esa familia los sucesos que no se pueden contar abundaban como para convertirse en leyenda: el tío Roque, que hablaba con las semillas antes de plantarlas, y tenía grabado lo que le contestaban; la prima Clara, que escuchaba lo que pensaban los demás, y por eso tenia pocos amigos; la abuela Josefina, que pronosticaba la fecha exacta de la muerte de sus parientes, y empezaba a despedirse con la anticipación debida.- Este es el libro de tu futuro, lo tenes que leer únicamente cuando tengas una duda muy grande - dijo ceremoniosamente el bisabuelo José.Lucio lo leyó solo en ocasiones muy apremiantes; quiso saber el nombre del que seria su mejor amigo y la nota de un examen final. Cuando se abrían las tapas del libro dorado, aparecían letras que se dibujaban sobre el papel a medida que los ojos avanzaban. Una vez leída, la frase se borraba.Fue la noche del 2 de Agosto cuando descubrió, de puro aburrimiento, lo que el libro del futuro le reveló. La mujer de su vida sería creada por él mismo. Lucio sintió que se le erizaron los pelos de los brazos, y cerró el ejemplar con un golpe rápido.Todas las damas que a partir de ese día intentaron captar su interés, sufrieron en vano. Una vez que un hombre está seguro de no equivocar su amor, es difícil que se lo entregue a cualquier desconocida. Lo que Lucio no sabia era la fecha exacta de la creación. Imaginó el próximo 2 de Agosto como una buena oportunidad, y empezó a trabajar en la imagen deseada. Lo más importante era que solo tuviera ojos para él, y que cada vez que quisiera mirar a otro se le nublara la vista.El año transcurrió entre diferentes dispositivos capaces de generar a un ser humano, hasta llegar al único que resultaría eficaz. Aún frente a su inventor, la máquina no se parecía a nada que antes hubiera visto. Era toda de hierro, con una caja de cristal en el centro. Su funcionamiento requería que se le diera cuerda, dejando escapar una conocida melodía socialista en cuanto empezaba a reaccionar.La noche que terminó de trabajar y quedó satisfecho con el resultado, durmió como un pez tropical, con los ojos abiertos y flotando plácidamente en un tibio estado de ánimo. Se despertó dispuesto a probar el aparato, dado que creía saber cómo realizar la tarea. Levantó con prolijidad las mangas de su camisa, llenó un tubo de ensayo con pétalos de rosa y los mezcló con miel, puso una gota de leche, para el blanco del cutis, y una hoja de álamo, para el tono exacto de los ojos. Colocó la mezcla dentro de la máquina, junto con un caleidoscopio, para garantizar un carácter imaginativo.La canción de la solidaridad internacional irrumpió en el ambiente, indicando el inicio del proceso creativo. Una nube de humo con olor a flores voló por el aire, envolviendo seductoramente a Lucio, que permanecía de pie con gesto asombrado. En la medida que aumentaba la visibilidad, el inventor percibió a su dama envuelta en largos cabellos color cobre, con una lánguida mirada renacentista en los ojos verde plateados.- Soy Fausta y te voy a querer para siempre - expresó con seriedad la mujer, mientras salía de la caja transparente.Lucio bailaba de contento, aunque la música ya se había acabado. Jamás imaginó que se pudiera ser tan feliz, hasta que recordó el libro dorado. Con el entusiasmo del invento, no sabía en donde encontrarlo. No estaba debajo de la pata de una mesa, ni junto a la cama ni en la biblioteca. Ahora que tenía a la mujer perfecta para él, quería saber el resto de la historia.Fausta colaboró en todas las búsquedas, aportando con su caleidoscópica forma de ser las soluciones más increíbles. Así fue como hicieron revisar las cañerías, la chimenea y el hormiguero del patio, sin mayores éxitos. Lucio estaba tan contento con su compañera que a veces suspendía las pesquisas para acariciarle el pelo de cobre. Era importante saber si esa dicha sería constante, para ponerse a tono con el destino y gozar de un optimismo eterno o de una frustración demoledora.Revolvieron toda la casa para encontrar el libro, y cuando finalmente lo hallaron, Lucio prefirió no hablar. Se apresuró sobre las páginas reveladoras, para retomar la lectura en donde la había dejado. Ante su sorpresa, o la tinta no se veía o a él se le nublaba la vista. Solamente alcanzó a adivinar una frase similar a la que alude a la relación entre ser feliz y comer perdices. No era demasiada garantía para el futuro, pero el libro dorado del bisabuelo José tenía su propia sabiduría, y era capaz de mostrar el porvenir solo cuando era indispensable conocerlo.

    Por Carola Chaparro Yentel



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