------Será inevitable que observemos en los próximos años una literatura del derrumbe, una literatura del desastre argentino, incluso me tienta mencionar la palabra "Apocalipsis". En un país como el nuestro en que, precisamente, toda su realidad tiembla y se desmorona como hecha de agua; en un país así, sus escritores producirán una literatura de la gran desmoralización que vivimos. Tomás Eloy Martínez es simplemente el primero, con su novela "El vuelo de la reina".
Desde las primeras páginas uno siente que Argentina y el protagonista (Camargo) fueron volteados por un golpe maestro y sigilosamente ocultan la sangre que les corre por la mejilla. En ese estado, tanto la sociedad mostrada desde la redacción de un diario como su máximo responsable van precipitándose en la inmoralidad. El amor y el deseo terminan significando caminos directos a la locura y la muerte. Pero la Argentina no es un inocente marco en donde Camargo sucumbe, es más bien quien le tiende la mano para hundirlo.
Lo asombroso y doloroso, de esta novela de Eloy Martínez es que nos involucra en la culpabilidad de nuestra locura.
Si bien nunca leí un trabajo que probara la relación, pero el olfato me dice que la ignorancia y corrupción de los políticos que la novela presenta mantienen un diálogo fluido con la ignorancia y corrupción de los argentinos. Podríamos recordar que la fiesta menemista fue acompañada por el "voto cuota", porque votábamos por la desesperante esperanza de que todo permaneciera torcido. Así, por más de diez años, la especulación, la improductividad y la indecencia fue lo que nos permitió pagar la cuota del auto, o comprar en los shopping, o irnos de vacaciones a Cancún. Esta es la Argentina que transita por " El vuelo de la reina", y estos son los argentinos que bailan en este texto la misma pantomima que baila el gobierno. Naturalmente que tenemos todos los apetitos de un pueblo abatido, víctima de un despojo que ya lleva setenta años, pero es precisamente esta cualidad de país pobre, postergado y débil lo que debería obligarnos a mirar por donde caminamos y a no apartarnos jamás del camino racional.
Camargo sucumbe, pero los que manoteamos en las olas de la crisis somos nosotros. Esta novela tal vez sea el puntapié inicial de una dolorosa reflexión que nos permitirá curarnos de nosotros mismos.
Por Marcelo Manuel Benítez.