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Año II - Nº 6
Nov-Dic/2002

Entrevistas

José Pablo Feimann
El Damero
Informe sobre el rumbo del país: Argentina, destino y realidad
* Alfredo Grande
* Ángel Fiasché
* Vicente Zito Lema
* Osvaldo Bayer
Néstor Perlongher
El "Cuchi" Leguizamón
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Teatro

Por Conrado Yasenza

Una carretilla de música:
la torva poética de la verdad

Obra teatral de Vicente Zito Lema

Espacio teatral Paco Urondo Hipólito Yrigoyen  - Capital Federal

Funciones: Sábados 21 hs. Domingos 20 hs.

Por Conrado Yasenza

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Una carretilla de música es la obra teatral en donde Vicente Zito Lema vuelca todo su mundo y su historia, mundo e historia construidos desde una zona lateral de la cultura que indaga las implicancias del arte y el poder.

El núcleo fundante de la obra está sostenido en la relación Verdad-Belleza. Una médica psiquiatra coja que busca la belleza a través de las palabras, le envía cartas a un escritor ciego- qué sería del mundo sin las cartas, le dice la psiquiatra al visitante- quien se aferra a la idea de hallar en la justicia la verdad. El hecho que los reúne es la horrenda muerte de los internos de un hospital, los cuales se revelan ante el desamparo y la injusticia, por lo que son castigados y encerrados. Los internos inician un incendio y terminan quemados mientras los enfermeros arguyen que la llave se ha perdido. Ante este crimen la justicia cierra el caso dándole fuerza de verdad al argumento declarado por los enfermeros y avalado por el director de la institución. Así la médica psiquiatra, habitada por la enfermedad, inicia su búsqueda de la belleza en el centro mismo del dolor. Convoca, entonces, al visitante- el escritor- confiando en la fuerza de las palabras.

La puesta en escena revela un gran trabajo estético y simbólico: el atrio elevado donde se halla el director del hospicio -el poder del que se encuentra situado en un lugar de privilegio y desde el cual preserva el orden-, flanqueado por dos caballitos de calesita -el caballo de San Jorge, el santo portador de armas, otro indicio que remite al poder-; un cuadrilátero de arena en el que se desarrolla una historia de amor y disputa, y que a su vez evoca el origen del teatro en la antigua arena de los hermanos Podestá; el visitante ciego, símbolo de la justicia vendada, constituyen algunos de los elementos que hacen de la puesta en escena un desafío para el espectador. El vestuario y el maquillaje son de una fuerza visual sorprendente.

Desde lo actoral -y desde el guión también- hay una detallada presentación y desarrollo de cada personaje: cada uno tiene una historia y un conflicto que contar, la cual se entrelaza con la historia colectiva de la obra. Como en todas las obras de Zito Lema, la exigencia física y emocional es relevante: el cuerpo es puesto a prueba en cada escena y esto demanda un gran trabajo por parte de los actores, que en este caso en particular, es de una entrega y solvencia absolutas. La obra posee una estructura coral y operística que realza la labor actoral a través de la combinación texto- música- canto.

Una carretilla de música es a su vez una metáfora de un país devastado por la enfermedad del poder; un poder que saquea no sólo las necesidades materiales de la existencia, sino que también invade el universo del espíritu y la conciencia individual y social del ser. El poder diseminado por los diferentes estamentos del entramado social, extendiéndose y mutando con la destreza de un perverso virus que enferma el cuerpo mismo de una Nación. Poder que marca al diferente, lo rotula y si lo considera peligroso, lo encierra. Un poder que se sabe impugnado y expuesto por la locura que engendra.

En resumen, Una carretilla de música es una obra de una potencia visual y una poética torva y bella a la vez, que conjuga el amor, la locura, la justicia y el poder para convertirse en una creación que interpela los modales bienpensantes y esquivos de la conciencia social.

Por Conrado Yasenza
La Tecl@ Revista Digital.
Diciembre del 2002.



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