¿Qué decir de Miguel Diomede y su obra?
De algo sirve enumerar: la levedad de su pintura, que fue autodidacta, su preferencia por los temas tradicionales, como naturalezas muertas, figuras, flores y paisajes, en fin, ¿qué decir de un artista que se mantuvo al margen de todos los istmos y vanguardias de su época, y que su hacer en el arte se concentró en el simple y contundente acto de pintar?.
Pienso en Diomede y me viene a la mente la imagen de sus naranjas: ¿qué puede decir de un par de naranjas un figurativo sin cura como yo?¿Quién soy yo para criticar?, ¿cómo se teoriza acerca de la pintura desde la pintura? .¿Qué queda por decir después de un siglo desbordado de teóricos y vanguardias? Ríos de tinta gastados en explicar lo inexplicable, o lo explicable que no valía la pena explicar: el cómo, el por qué, el para qué, de la labor del artista, quien a pesar de que cuando la ciencia toma el poder y la verdad abandona el campo del arte, sigue empeñado en el acto alquímico de transformar lo que ve y vive dándole luz a su verdad.
Volviendo a la pregunta inicial, ¿qué decir de la obra de Diomede? ; ¿qué decir de cualquier obra de arte, no importa su autoría? ; ¿cuál fue la palabra que ayudó a entender mejor una obra?, ¿cuál le sumó una cuota mínima de eficacia?. ¿Cuál fue la palabra que sirvió para sacar al arte de los museos?, ¿cuál fue la que acercó a Leonardo, a Rubens, a Chagall, (al mismo Diomede) al gran público, más allá de la colección Salvat? ; ¿cuál la palabra qué evitó que los Velásquez enceguezcan de flashes orientales en los pasillos del Museo del Prado?. ¿Cuál manifiesto cargado de buenas intenciones sirvió para que una línea bien tirada en un papel fuera algo más que una línea, para que un amarillo bien puesto en una tela fuera más que amarillo?. ¿Cuál fue el discurso?, ¿cuál la palabra que sacó al Dalí anestesiado del Centro Cultural Borges y lo sumergió en las aguas marrones del Salado, en Santa Fe?.
Por esto dejo la palabra y vuelvo a la imagen, la misma magia del bisonte en la pared de la caverna, para aprehender la realidad, darle a la obra su justa razón de ser: construir la realidad. Y aquí están las naranjas arrancadas de las manos de Miguel Diomede, que desde su etérea realidad son todas las naranjas que vi y veré, y son luz, luz que huye para siempre, pues la de mañana no será igual a la de hoy, aunque debiera serlo. Y qué más puedo decir: que Diomede había mirado hacia adentro, hallado allí su alma, y a través de este proceso insistencial, percibido el sentido y la raíz del alma y de las cosas. Pero para qué hablar si allí están sus naranjas que lo dicen todo; nos dicen que nuestra única verdad posible tiene que ser invención. Entendido esto, entonces sí, poner en palabras las cosas que quedan por decir.
RECUADRO
Datos Marginales:
Miguel Diomede
Pintor. Nace en Buenos Aires el 20 de julio de 1902; muere en la misma ciudad, el 15 de octubre de 1974.
De formación autodidacta, expone desde el año 1929. Su taller ubicado en el pintoresco barrio de la Boca, en Bs. As., lo vio trabajar incansablemente.
Ha recibido importantes premios, como el Segundo Premio Estímulo en el Salón Nacional de 1948; Primer Premio en el Salón de La Plata, en 1957; Medalla de Bronce en la Exposición Universal de Bruselas en 1958.
En el año 1973 es designado académico titular de la Academia Nacional de Bellas Artes.
En 1974, año de su muerte, se realiza una gran retrospectiva de su obra en LAASA (galería de arte).
Sus obras figuran en el Museo Nacional de Bellas Artes, en el Provincial de Santa Fé, de Córdoba y otros.
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