Reportaje a Alberto Morlachetti, creador y director de Pelota de Trapo, una de las instituciones más prestigiosas de defensa de los derechos de los niños en riesgo en la Argentina.
La humildad es un arma cargada de futuro
RFL: ¿Cómo comenzó la obra que hoy recibe tantos elogios?
AM: Cuando empezamos a trabajar hicimos una casa del niño, que estaba en la Av. Santa Fe, en la ciudad de Avellaneda (R: Provincia de Buenos Aires); era una casa de día que todavía hoy sigue funcionando, donde los chicos desayunan, almuerzan, meriendan, juegan al fútbol, hacemos títeres, teatro, por supuesto para chicos absolutamente pobres. Luego vos sabés que ocurrieron cosas en éste país...
RFL: Gravísimas cosas...
AM: Gravísimas cosas y los chicos fueron a ser ciudadanos del lejano país de la intemperie. Donde no había brazos para abrigar, ni panes para comer. Los chicos empezaron a pulular por las calles y con algunos de estos chicos fundamos el Hogar Pelota de Trapo. Que está justamente en los terrenos donde habían filmado la película Pelota de Trapo, que recordarán algunos mayores o los estudiosos del cine. Nosotros le pedimos a la municipalidad de Avellaneda que lo declarara patrimonio nacional, porque ahí jugó Corbatta, jugó Sastre, jugaron todos los héroes del fútbol, pero a la municipalidad no le importó.
RFL: Claro, qué le puede importar la historia a la municipalidad...
AM: (Risas) Claro, qué le va a importar. Yo digo en el fútbol se depositan muchas pasiones de los seres humanos.
RFL: Vidas íntegras...
AM: Exactamente. Y yo por respeto sigo manteniendo la cancha. Pero bueno, los políticos están entretenidos en llegar a las monedas... En aquel entonces, cuando empezamos con Pelota de Trapo eran chicos de abandono, chicos con delitos primarios, y un día hacen un chequeo de las Naciones Unidas a través de una institución que se llama Rädda Barnen (R: Save the children, en Suecia) y da un record impresionante para una institución que trabaja con niños con problemas delictivos, de los cuales solamente reincidía en el delito menos de un 2%.
RFL: ¿Y por qué los niños no reincidían cuando estaban en el ámbito de Pelota de Trapo?
AM: Yo no descubrí ni el huevo duro, ni el agua tibia. Lo único que hice es poner el sentido común: me pregunté cómo crié a mi hijo. Mi hijo fue toda mi vida y en algún modo lo sigue siendo, pero ya está grande. Me dije: lo mismo que le di a mi hijo les tengo que dar a estos chicos y lo que no es bueno para mi hijo, no es bueno para estos chicos. Yo tenía que ser una certeza en un nuevo vínculo donde el chico se iba a inscribir. Un vínculo entre un educador y un educando es que el educador tiene que ser una certeza. Y el chico tiene que tener la certeza de que cuando llega a la noche con sus angustias o sus felicidades, el educador está. Alberto estaba.
RFL: La receta mágica serían la contención y el amor
AM: Creo que el amor es una de las cosas que hemos perdido porque lo extirpamos del lenguaje científico. En el lenguaje académico vos no vas a poner amor, no vas a poner una cintura de luna, porque te dicen ésto no es científico. Y lo que pasa es que los científicos están al revés y al estar al revés producen los disparates que producen. Por ejemplo producen una cárcel como son los institutos de menores.
RFL: Cada vez más gente considera a las cárceles una aberración
AM: Yo creo que lo que es una aberración es este sistema que ha omitido generar lo humano. Por eso cuando nosotros tuvimos esas cifras nos dieron el premio en el 92.
RFL: Ustedes trabajan en la construcción de instituciones que ocupan el lugar que el Estado abandonó ¿Se puede confiar en las instituciones?
AM: Y depende qué institución... Yo tuve la suerte de viajar a muchos lugares del mundo, en viajes pagados por quienes me invitaron, por supuesto...
RFL: Acá siempre hay que aclarar todo porque todo el mundo desconfía ¿no?
AM: (Risas) Para que no haya ninguna duda viste. Fui invitado por Naciones Unidas, por fundaciones extranjeras, por el gobierno sueco, por el gobierno alemán, para ver qué era este fenómeno de Pelota de Trapo. Esta institución fue primero reconocida en el extranjero que aquí.
RFL: Acá pasa muchas veces que se empiezan a reconocer esfuerzos si se los reconoció primero en el exterior.
AM: En el 92, que yo no pude viajar a Ginebra, nos dieron el primer premio grande, el de la Organización Mundial de la Salud, entre las mejores 26 obras del mundo.
RFL: Pero ya venían trabajando hacía años y años
AM: Años de años y en el 99 Naciones Unidas decide otorgarme el Premio a la Vida y la Obra. Ahí me llamaron de radio Mitre y de varios medios porque estaban emocionados, pero yo no sé si estaban emocionados o tenían que dar la noticia, y les dije: no los quiero. ¿Sabés por qué no los quiero? Porque tendrían que haberme ayudado en el 84, 85, 86, 87, cuando todo era duro y en el propio vecindario decían: "-Mirá, Alberto tiene los delincuentes sueltos". Ahora esos delincuentes son los ciudadanos ilustres de Avellaneda, los trabajadores de Avellaneda, la gente que tiene una ética, la gente que tiene una moral, que son decentes, que no roban. Porque hay que tener una confianza infinita en el destino del chico, si uno es capaz de dar y sostener la vida como todo buen educador.
RFL: ¿Todo arranca con la vocación de educador y la certeza de que existían problemas?
AM: Yo tuve una infancia muy pobre y por eso siempre digo que la pobreza es muy dura en todas las épocas. Pero mi infancia pasó en la época de Evita, a la cual fuera de todo marco partidario, lo subrayo dos veces, tengo que reconocer que fue una figura excepcional en la acción social de la Argentina. Los pobres teníamos la posibilidad de la pelota de tiento. Vos te ibas a una oficina del correo, escribías una cartita y después recibías una pelota de tiento. Era el milagro de la época. ¡Una pelota de cuero! ¡Una verdadera pelota de fútbol! Que era el sueño de cualquier chico. Así como teníamos el guardapolvo, podíamos ir a la escuela y comíamos la cascarilla de chocolate con leche todos los días en la escuela. Es decir, podíamos ejercer lo que hoy los técnicos llaman la ciudadanía de la infancia, siendo pobres, absolutamente pobres. Veníamos de familias muy pobres y no nacimos más bajo porque no había subterráneos. Pero en ese tiempo yo pude estudiar y cuando me recibí de sociólogo decidí dedicarme a lo que quise toda mi vida: trabajar con niños. Ahí empecé y nunca me arrepentí, a pesar de momentos muy duros, porque no hay que idealizar el trabajar con chicos, que es muy difícil, es muy duro.
RFL: Cuando conocí el hogar Juan Salvador Gaviota para mí fue un estremecimiento porque jamás pensé que podía haber un lugar donde a los chicos más pobres se les brindara tanta dignidad y tantas posibilidades
AM: Mirá, Evita en eso era muy sabia, ella decía -para los peronistas que lo hayan olvidado yo se los recuerdo-, ella decía: "Los únicos que hacen obras de pobres para los pobres, son los ricos". Si vos recorrés lo que queda de las obras de la Fundación (R: Fundación Eva Perón), por ejemplo los hogares escuela, fijate que Evita metía mármoles de Carrara porque amaba a la niñez de ese tiempo...
RFL: Y la gente la criticaba salvajemente, porque los mármoles de Carrara sólo quedan perfectos en el Banco de Boston
AM: La criticaban al cuete, porque la acción social de Evita fue muy vasta. La República de los Niños, en Gonnet, fue anterior a Disneylandia y es una maravilla. Viste que tiene los inodoros hechos al tamaño del pitito de los niños ¡Está hecha para los niños! Esos fueron los arquitectos destinados por Evita. Nos hemos olvidado de la época en que ser un niño era un privilegio. Yo tuve la suerte de haberlo vivido, de haberlo vivido como un chico pobre; te imaginás los chicos que tenían padres que podían trabajar, te imaginás lo que era eso...
RFL: Este comentario lo hace mucha gente
AM: Acordémonos que si uno trabajaba, iba al Banco Hipotecario, presentaba su recibo de sueldo y le daban un crédito a 50 años. Compraba su casita. Era cuando vivir tenía una razón: ser feliz. Hoy vivir tiene una sola razón: que haya 9 millones de niños pobres, sobre un total de 12 millones de niños. Este verdadero holocausto que vive el país hay que tratar de transformarlo. Nunca soñé así esta última etapa de mi vida, porque es la última.
RFL: Qué pesimista Alberto...
AM: No estoy pesimista, quiero ser objetivo. Hago un balance de mi vida y digo: hasta aquí hice cosas, pienso seguir haciéndolas, como la Marcha con la que recorrimos todo el país con los chicos (Ver: La Marcha por la Vida) y voy a seguir haciendo otras, hasta que el barrilete tenga piolín. Pero nunca soñé que este final de esta vida iba a ser en un mundo tan complejo, tan privado de afecto, con tanta hambre: en el quinto país exportador de cereales del mundo, el primer exportador de soja del mundo, cincuenta millones de cabezas de ganado, que los chicos se mueran de hambre...
RFL: ¿Cómo llegamos a esta situación?
AM: El otro día hablaba con la BBC (ver nota)de Londres (R: uno de los multimedios de comunicación con mayor penetración global) y afuera no entienden la voracidad de los grupos empresarios argentinos. El corresponsal me decía: -Supongamos que nosotros les mandamos un barco cargado de alimentos, pero ustedes todos los días sacan del puerto 50 ó 100 barcos cargados de alimentos para enviar afuera. Los tipos no entienden y tienen razón. Acá el alimento se utiliza como munición, como arma de dominación de los pueblos. ¿Cómo pudimos haber inventado el hambre aquí? Hoy la gente se sienta a la mesa de lo que no hay, es como una mirada de manteles que no tienen absolutamente nada de lo que debería tener una mesa. Yo creo que lo que hay que hacer acá es construir un "basta" entre todos. Y a éstos tipos que gobiernan este país hay que meterles una patada donde les corresponde y mandarlos al diablo. Pero para construir ese basta hay que montarse sobre la dignidad. Tarde o temprano a todos los que todavía les queda trabajo les van a golpear la puerta la desocupación, la miseria o la policía que los viene a buscar. En este país está en peligro la condición humana.
RFL: ¿Se puede estar construyendo ese basta?
AM: Sí, pero un basta sólo no sirve para mucho. Yo puedo construir un basta acá en mi ciudad, otro lo puede construir en cualquier otra ciudad. Pero un basta es de todo el pueblo, los basta son de los pueblos.
RFL: Pelota de Trapo es un basta que ustedes construyen en Avellaneda ¿no se puede ir derramando el basta?
AM: Sí, pero esta es una construcción muy lenta y la destrucción es muy rápida, porque la Argentina es una fábrica de producir pobres. Acá aumenta la pobreza medio punto en un mes y tenés un millón de tipos más en la pobreza. Mi pregunta es la siguiente: ¿Cuántos pobres va a haber el mes que viene? Las estadísticas pueden ser tramposas, pero...
RFL: Sí, cuando dan una encuesta de candidaturas presidenciales consultando a 650 casos, uno se muere de la risa. Dan las tendencias de todo lo que puede pasar con una elección en todo el país preguntándole a mil tipos...
AM: Y por teléfono...
RFL: Y mil que contestaron por teléfono que nunca se sabe de donde son, porque si preguntás en La Matanza no creo que digan lo mismo que en Recoleta o San Salvador de Jujuy... Pero para ver el hambre y el abandono no hay más que abrir los ojos.
AM: El día que hicimos la Marcha por la Vida a mí me sorprendió una cosa: la cantidad de gente que hubo desde Misiones, desde Corrientes, desde Chaco, Formosa, Santiago, de todas partes, mucha gente.
RFL: Una sensación fuerte...
AM: Yo sentí mucha emoción. Decía: mirá lo que somos nosotros: una armada Brancaleone, somos un grupito de gente que amamos esta profesión de ser educador y de pronto estar en la Plaza de Mayo entre 25.000 personas -y eso que no nos ayudaba el tiempo ni teníamos para alquilar bondis (R: Transporte de pasajeros). Estaba ahí y pensaba: éstos pibes se lo merecen, este es el pueblo que abraza a sus hijos. Se está terminando la farsa de intentar cuidarnos de nuestros hijos cuando lo que hay que hacer es cuidarlos a ellos. Porque acá pareciera que la gente se protegiera de los niños.
RFL: A mí me llama mucho la atención una frase de la gente: los chicos de ahora son mucho más vivos que los de antes. Y me quedo medio tieso porque pienso: ¿Será que nosotros éramos medio tarados o que también éramos lindos pero nadie nos prestaba atención?
AM: Depende de las épocas, no todas las épocas fueron agradables para los chicos.
RFL: Yo crecí durante la dictadura militar
AM: Durante la dictadura militar imaginate cuánto les interesaban los chicos que los secuestraban. Dejó 30.000 ausentes.
RFL: Y cómo se sienten hoy esas ausencias
AM: Y, lógico, esas ausencias son los dirigentes que no están. Pero como decíamos antes hubo épocas en que la sociedad protegió a los niños.
RFL: Pelota de Trapo maneja una pedagogía propia, por tanto existe una gran posibilidad de que Alberto Morlachetti sea uno de los nombres de los protagonistas de la nueva pedagogía ¿Qué sensación produce ser un futuro habitante de los libros de educación?
AM: (Risas) No, no... Yo lo único que quiero es que le pongan mi nombre a una calle de Avellaneda, pero que no sea de tierra (más risas).
RFL: Por lo menos denme un asfaltito...
AM: (Risas) Eso lo decía el obispo de Nevares cuando se estaba muriendo, qué gran tipo. Estaba muriéndose y estaban todos alrededor entonces le decían: -Padre obispo, padre obispo...
-¿Qué?
-Usted sabe que le están por poner su nombre a una calle...
-¿Y es de tierra?
-Sí, padre, pero es una calle...
-Ese es el menemismo (risas)
RFL: No se ven muchas personas ejemplares en esta tierra, por lo menos tienen poca prensa, y si a eso se suma la humildad, nos encontramos con que tenemos enfrente algo así como una persona ejemplar...
AM: Mirá, yo estoy acá todos los días, tomo mate con los chicos, salgo a la calle, espero que no me secuestren (risas). Igual les digo que no pierdan el tiempo porque no van a poder conseguir nada (más risas). No, en serio, yo estoy todo el día acá y creo que la humildad es un arma cargada de futuro. La humildad no es una pose que se adopta sino algo que se lleva en el alma. Si no sos humilde no podés adquirir conocimiento, no podés tener una actitud de apertura total hacia los seres humanos que te rodean. Y yo aprendo constantemente de estos signos de interrogación que son los niños.
RFL: Muchas gracias Alberto.
Por Rubén Daniel Fernández Lisso