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Año II - Nº 7
Marzo-Abril 2003

Entrevistas

León Rozitchner

Alberto Morlachetti

El Damero
Identidades empetroladas.
Dr. Alfredo Grande
Entrevista a Mary Castillo-Amigo (Filósofa)
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Buenos Aires

Argentina

Ajo y limones

El té

Una bebida para el alma

Por Alejandra López Berguero

Historia

Cuando pensamos en el té, nos hacemos a la idea de un grupo de señoras muy inglesas tomando el "five o´clock tea" o el té de las 5 en punto, en un salón de típico estilo inglés.
Nada más lejano a la verdad sobre esta infusión, porque sus orígenes se remontan a ancestrales y orientales tiempos de la historia.


Mary Cassat: Tea, 1879/80

Esta misma "dice" que fue alrededor de 2737 a. C., que el emperador SHEN NUNG – quien tenía la costumbre de beber solamente agua hervida para saciar su sed -, mientras descansaba debajo de un árbol silvestre de té vio como la brisa accidentalmente arrojaba algunas hojas secas dentro del recipiente. Sorprendido ante el cambio de color del agua, decidió probar la infusión, cautivado por el aroma que esta producía.

Ahora bien, la historia "escrita", nos cuenta que las primeras referencias fehacientes que se saben sobre el té, surgieron a la luz a través de una receta redactada por un cirujano chino del siglo III a. C., quien prescribió té para aumentar la capacidad de concentración de su paciente. También, se han encontrado escritos chinos del siglo I a. C.

Sin embargo, se sabe que hasta la Dinastía TANG (618-907 a. C.), la bebida en sí no hizo su eclosión popular, manteniéndose hasta ese momento como medicina. Fue entonces, que comenzó a establecerse dentro de la corte y ambientes aristocráticos de la sociedad china, creando para ello todo un sistema de tratamiento de la planta, tiempos de siembra y cosecha, como así también procesos de manufacturación para su consumo. Todo esto quedó registrado en un tratado realizado por encargo a LU YU (733-804 a. C.), quien además incorporó a sus páginas todo lo concerniente a tradiciones y costumbres a tener en cuenta a la hora de tomar el té. Este libro fue conocido como "CHA CHANG" o "El clásico del té".

Con el tiempo la tradición diría que "la taza de té es el espejo del alma".

La isla que se enamoró del té

Fue un monje budista llamado DHARMA, quien luego de una peregrinación desde la India, pasando por china llega a Japón, trayendo consigo esta infusión.

Según cuenta la leyenda, este monje había jurado no dormir durante su vida para lograr una mejor "iluminación"; pero sucedió que se quedó dormido nomás, y al despertar, ante su consternación se quito los párpados y los enterró allí mismo. Al día siguiente en el lugar se encontraba una planta cuyas hojas tenían la habilidad de ayudar a mantener los ojos abiertos.

Según otras creencias más históricas, otro monje de nombre DENGYO DAISHI, llevo consigo semillas del té, y a su regreso del viaje a China (805 a. C.) las plantó en los jardines del monasterio. Años más tarde este mismo monje sirvió una taza de té al emperador SAGA, quién inmediatamente mando cultivar esta planta en cinco de las provincias más cercanas a la capital.

Pero el idilio nipón no se concretó hasta después del siglo XII, luego de dos siglos de malas relaciones diplomáticas entre ambos países, donde otro monje budista de nombre ELISAI, trajo consigo nuevas semillas y la moda del té verde en polvo, que con el tiempo se transformo en lo que hoy conocemos como ceremonia del té o "CHA NO YU", asociando sus orígenes al budismo zen.

Tan importante a sido su influencia en la cultura japonesa, que incluso las formas de cortesía cotidiana de la mayoría de los japoneses se deben a los formalismos de la ceremonia del CHA NO YU.

Del otro lado del mundo

Occidente también vio la venida del té con cierto entusiasmo, aunque no se sabe a ciencia cierta quien lo introdujo primero. Podemos en todo caso, dar el beneficio tanto a portugueses como a holandeses quienes a través de sus rutas marítimas hacia oriente trajeron la materia prima de esta infusión.

Aún así, la primera noticia "escrita" que se tiene del té aparece publicada en un libro, en Venecia, en 1559 por Giambattista Ramusio. Lo que no quita el merito de los navegantes antes mencionados, quienes, lo hicieron desde la isla de Macao en 1557 y los otros directamente desde Japón y luego China n 1610.

Gran Bretaña, un clásico del té

Por favor, de pie, hemos llegado al país europeo que ha dado la fama necesaria al té en el mundo occidental. Si bien muchos de nosotros no somos súbditos de su majestad, tenemos que darle el gusto. Una agradable taza de té, ha sido capaz de superar a la cerveza y la ginebra y sustituirlas durante el siglo XVIII. Si bien, la primera fecha documentada de la existencia del té en Inglaterra es de 1658, de seguro muchos Ingleses deben haber probado esta delicia con anterioridad.

Imágen: Mary Cassat
The Cup of Tea. (Portrait of Lydia), 1879

Pero hemos de rescatar aquí un anuncio publicado en el periódico de época "Mercurius Politicus", en la edición del 23 al 30 de septiembre de 1658, por Thomas Garraway, comerciante propietario de una tienda ubicada en el centro de Londres, que decía así: "la excelente bebida de China aprobada por todos los médicos y llamada "Tcha" por los chinos, "Tay" por otras naciones, o más conocida como té, de venta en Sultanes Head, café situado en Sweetings Rebts, cerca del Royal Exchange, Londres".

Aún así, el destino final del té, comenzó con un casamiento real en 1662, cuando el Rey Carlos II contrajo nupcias con la princesa portuguesa Catalina de Braganza.

Esta, asidua consumidora de la infusión nombrada, trajo consigo una caja que compartió con sus amistades y amigos en las reuniones reales y aristocráticas que organizaba. Lo demás, podríamos decir que fue producto del efecto dominó.

Con el tiempo las damas disfrutaron del té en sus casas, mientras los hombres lo hacían en los cafés que proliferaban por la ciudad de Londres.

Fue en 1706, que Thomas Twinning, fundador de la famosa compañía de té, abrió el "Tom´s Coffe House" cerca de Strand, fuera de las murallas de la antigua ciudad de Londres, el mismo sitio que once años después cambio su nombre por "The Golden Lyon", el cual se hizo famoso por servir té tanto a hombres como a mujeres, ya que estas últimas tenían prohibida la entrada a los cafés.

El tiempo siguió su curso y los londinenses tomaron té tanto en sus casas como en los jardines alrededor de Londres, donde disfrutaban al aire libre de atracciones diversas. A fines de siglo XIX, con la expansión de la ciudad, estos lugares se fueron cerrando, dejando sólo para el hogar el disfrute del té.

No por mucho tiempo claro, pues es la directoria de la sucursal de London Bridge de la Aerated Bread Company, quién inauguró un salón de té en el fondo de su local, permitiendo a personas de distinta clase social y económica poder disfrutar de este deleite. Este hecho fue copiado con entusiasmo por otras compañías.

Luego de la segunda guerra mundial decreció la moda de salir a tomar el té, por lo menos hasta fines de 1980, cuando se inicio el ataque publicitario hacia las tiendas de comida rápida, que dieron pie a volver a la tradición.

Arrojad el té del rey al mar y seréis libres

Por lo menos eso fue lo que deben haber pensado los colonos americanos en la ciudad de Boston, cansados de los abusos de la Corona. El conflicto en sí mismo se formó por la constante presión ejercida por los aranceles impuestos a los colonos en la venta del té por parte de la Compañía Británica de las Indias Orientales, la cual era la única autorizada a vender determinados productos a las colonias, entre ellos el té.

Al cabo de dos años, los puertos no permitían el acceso de los barcos de la Compañía, por lo que en Boston sucedió que un grupo de rebeldes disfrazados de indios nativos tomó los barcos por sorpresa y tiraron la preciada carga al mar.

Como consecuencia de este acto, el puerto fue cerrado y el pronto desembarco de los casacas rojas dio comienzo a la guerra de la independencia norteamericana y su tradición por el café.

Clases, usos y costumbres del Té

"Si tienes frío, el té te calentará. Si tienes calor, te refrescará. Si estás deprimido, te animará. Si estás excitado, te calmará"

William Gladstone, primer ministro de la reina Victoria de Inglaterra

Para hablar bien del té en sí mismo, deberíamos viajar nuevamente en el tiempo y escribir de cómo los chinos procesaban el té para poder consumirlo.

La primera clase de té que se consumía – que hoy es el ingrediente de la ceremonia japonesa del té –, es el té verde. Este existió como única variante hasta la dinastía Ming, donde surgió la variedad del té negro.

Su procesamiento consistía en recolectar las hojas tiernas y hervirlas al vapor, machacarlas y mezclarlas con jugo de ciruela, para luego colocarlas en unos moldes redondos que eran horneados hasta secar; dando forma de pastilla a la mezcla. De esta manera se conservaba por mucho tiempo e incluso se utilizaba como moneda para el comercio.

Para prepararlo, se rascaba la pastilla y el polvo obtenido se hervía en agua.

Por otra parte, durante la dinastía Ming, surgió el té negro, que fue consecuencia de la perdida del aroma en el té de hojas sueltas, que se estilaba en esa época. Para lograr mantener su fragancia, los chinos desarrollaron una técnica que constaba en fermentar las hojas hasta que obtenían un color rojizo, horneándolas después para detener este proceso. Durante este período, de esta variante había dos clases: el té negro y el té aromatizado con flores.

El tiempo, dio paso a una tercera variante – intermedia entre la vede y la negra –, denominada "Oolong", que se caracteriza porque las hojas son quemadas parcialmente al horno y luego tratadas con vapor.

La preparación

Para obtener una buena elaboración de la infusión debemos tener en cuenta que hay ciertas claves para el éxito seguro. Por lo pronto es menester tener siempre té de alta calidad, ya que esto define un sabor de excelencia.

Hay que utilizar siempre la tetera enjuagada con agua sin usar detergente alguno, ya que esto produce un cambio en el sabor del té. Precalentar la misma, con agua caliente para que a la hora de colocar el líquido, este no pierda el punto de ebullición que da el "sabor" al té.

Obviamente, utilizar siempre las proporciones de la Abuela – que vaya uno a saber de dónde salieron, pero son siempre efectivas –, una cucharadita o saquito por comensal y uno extra para la tetera. Verter el agua a punto de ebullición y dejar descansar de 3 a 5 minutos.

Y por último el toque ancestral: girar la tetera sobre sí misma una vuelta antes de servir.

Nos quedaría hablar de la ceremonia del té japonesa, pero creo que eso merece una nota en si misma, ya que posee aspectos que cambiaron radicalmente una cultura completa. Por eso me despido aquí, deseándoles que disfruten de una exquisita tasa de té y quien sabe, quizás vean en ella el espejo del alma que mencionaban los chinos.

Por María Alejandra López Bergero


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