Malvinas:
La demonización del enemigo externo.
Por Federico Costa
Los dos de abril se repiten ritos ya tradicionales que se están convirtiendo en autóctonos. La televisión bombardea viejos slogans, aparecen algunas escarapelas con olor a naftalina y se limpian plazas desusadas y olvidadas para poner palcos oportunistas y poder aggiorar oratorias patrioteras.
Nos acordamos nuevamente que las Malvinas son argentinas y nos quedamos con el sabor amargo en la boca por lo que perdimos.
Pero algunas consideraciones son saludables. ¿Las perdimos? ¿Alguna vez las tuvimos? ¿Estábamos en condiciones de reclamarlas? ¿Estamos?
Echar luz sobre estos puntos es necesario. Es tiempo de que perdamos el miedo a la crítica y la objetividad y dejemos de considerar como traidor a la patria a aquel que lo haga. Digo que es necesario, primero porque es sano dudar hasta de nuestras mayores certezas y, segundo, para que el sabor amargo sea más digerible. Ése es el objetivo de este escrito.
El Estado Argentino y Malvinas. ¿Hubo Posesión?
Históricamente, hay que tomar en consideración, sin mayores ambiciones revisionistas,¿dónde nace el Estado Argentino?. La mayoría de los autores nacionales consideran que, si bien 1853 fue una fecha importante, el Estado nace en 1862 con Pavón, lo que significó la anexión de Buenos Aires y la enmienda de la Constitución.[1]
Pero el Estado que nacía no era consecuencia de la colonia que se iba. (Incluso recordemos el trabajo que le costó a esa colonia establecerse y mantenerse en Malvinas por la famosa Cuestión del Pacífico y la previa fundación francesa, por más de que eran aliados en el Pacto de Familia)
El Estado naciente partía de cero. Considerar al Estado Argentino naciente como mero heredero del saliente es una falacia que, según Rómulo Menéndez es necesario evitar[2].
Por otro lado, la ocupación inglesa fue pública, conocida, pacífica y con ánimos de dominación. No hubo respuesta argentina ni mucho menos reclamos sino hasta muy entrado el siglo XX. Y vaya otra observación, si bien la por entonces Sociedad de Naciones existía, no había mecanismos efectivos ni reglas claras para elevar ningún reclamo serio, menos si afectaban a los intereses de las potencias “centrales”.
Aún así, la bilateralidad estaba permitida, pero los reclamos no llegaron.
Todo lo que hasta acá vengo diciendo en cuanto a la ocupación inglesa de Malvinas, se enmarca en la figura de la Adquisición por Prescripción, que es un medio derivativo de adquisición territorial ya desusado y propio de tiempos en los que la explosión de los medio de comunicación de investigación y de transporte aún no hacía sentir sus efectos, y en la tierra quedaba algo de res nulis.
Según esta figura, pasado un determinado período de tiempo sin haberse efectuado los reclamos pertinentes (en este caso del joven Estado Argento), el territorio en cuestión pasa a manos del ocupante, si se quiere, interpretando el derecho que tanto no le debe interesar al “invadido”.
En este sentido, y en otros que vienen más adelante, digo que las Malvinas no son argentinas y que caer en semejante sentencia suena a fanatismo emotivo, a educación con orejeras. Y sobre todo, imagino que tiende a justificar la locura a la que nuestros beneméritos estrategas decidieron arrojarse, por el motivo que fuere.
Por más que la condena pública sea generalizada para con las gestiones y los gobiernos castrenses argentinos, seguir postulando que las Malvinas son argentinas es caer en una justificación que no merecen. Es decir, en algún punto, son argentinas y merecían o merecen el esfuerzo. Y temo que eso los dispense, al menos un poco.
Delegar culpas. Estados Unidos y el TIAR
Sin ánimos de emprender defensa alguna para con la superpotencia global actual, intento delimitar responsabilidades. Solemos caer en el punto común y maniqueísta de culpar a los por entonces enemigos y a todos sus aliados. Es una regla básica de la política real y agonal: los amigos de tu enemigo son tu enemigo. Y nos victimizamos.
Estados Unidos tuvo culpas en el conflicto de Malvinas, pero seamos sinceros. Puede que hayan desoído nuestra denuncia por haber sufrido la lamentable y dolorosa baja del General Belgrano fuera de la zona de exclusión, pero, también desoyeron faltas argentinas, como por ejemplo el traidor intento de firmar la rendición en un campo de Rugby minado por parte de Astiz, lo cual lo hubiese hecho merecedor de un crimen de guerra, de corte marcial y de condena a pena de muerte.
La educación popular nos habla de un Estados Unidos traidor, que ignoró una obligación internacional firmada en el Tratado Interamericano de Asistencia Recíproca de Río de Janeiro (1947)
Esto merece alguna consideración no tan emotiva e inducida. El Tratado del TIAR, en su naturaleza, fijaba otros puntos. Por la lógica del momento y la política del containment, es un Tratado defensivo, una obligación internacional de acción cooperativa a nivel hemisférico de asistir a cualquiera de sus Estado parte en caso de ataque o invasión externa. Nuevamente, era defensivo, y en el caso de Malvinas, los agresores (siguiendo los viejos principios del Derecho Internacional Público y de La Guerra, en lo que postula como el primer agresor), fuimos nosotros. Entonces, en este caso, el Tratado no tendría validez, dado que no se observa la condición básica para su operabilidad.
El error, sigue siendo de la clase dirigente argentina de por entonces. O acaso ¿no podían suponer que, sin validez y sin obligación internacional, Estados Unidos preferiría una y mil veces a los aliados históricos de la corona? ¿O pensaron que para devolvernos el favor de haber obedecido a Kissinger y atacado a la amenaza roja iban a ser benevolentes con nosotros y traicionado a sus primos de sangre?
La paja en el ojo ajeno. Emotividades.
Pero vuelvo a mi idea. Hay otra cosa, las Malvinas son tan argentinas como Formosa y La Candelaria lo son paraguayas [3]
Por otra guerra, nos sumamos a Brasil y a Uruguay e hicimos una alianza triple. Uno de los puntos más importantes del Tratado decía: la guerra no es contra el pueblo paraguayo, sino contra Solano López. Pero que curioso, en otro se decía: los territorios que queden de la disputa serán divididos entre las repúblicas de Argentina y Brasil.
Recordemos que los tres elementos que hacen a un Estado son territorio, población y soberanía, por lo que afectar a cualquiera de ellos, es afectar al Estado. Parece entonces que en este caso no era contra del pueblo paraguayo sino una guerra personalizada en Solano López, pero terminada ésta ocupamos y dividimos los territorios (no de Solano López sino del Estado Paraguayo).
Cariocas amigos, ahí les va el Matto Grosso, nosotros nos quedamos con Formosa y la Candelaria.
Una Paraguay destruida y casi sin hombres solo podía mirar la bravuconada. Si llevamos esto a Malvinas, ¿Vamos a pretender que la victoria propia da derechos pero la ajena no? Si esa es la idea, sí, son argentinas.
Culpa militar y solo militar.
Ya sea porque estaban muy influenciados por las teorías del momento (de esas tipo McLahan, Strong, MacKinder, por haber leído algunas cosas de Kipling, o porque el Lebensraum se les subió a la cabeza) o por razones que nunca sabré, los verdes echaron mano a Malvinas como elemento justificativo.
Todos conocemos que el gobierno interno argentino estaba en franca decadencia. Que la crisis humana y social también estaba haciéndose económica era y es sabido por todos, y que la falta de cohesión interna se hacía sentir a balazos y torturas.
En este escenario, e intentando un manotón desesperado, se echó mano a Malvinas, quizás como se podría haber manipulado otro elemento emotivo. Podría haber sido, por ejemplo, Tarija. O, como un tanto antes quisieron hacer, por el Canal de Beagle, caso en el cual estuvimos a punto de ir a guerra con Chile de no haber sido por la mediación papal desesperada.
El gobierno decidió echar mano a un elemento básico de la política: la creación y demonización de un enemigo externo para solucionar faltas de apoyo y cohesión interna. En Teoría del Discurso, es tan básico como Introducción a la Picana en Metodología Inhumana I.
Se ve que no manejaban la relación entre tiempos políticos y tiempos futboleros, tal como hacen nuestros dirigentes actuales. Se venía otro mundial, pero ellos parece que estaban más apurados.
Y ahí entró Malvinas. Y ahí entro el eslogan que hoy seguimos repitiendo los dos de abril. El proceso fue simple: se busca un elemento emotivo con algo de base, se lo multiplica ad infinitum, se utiliza la educación nacional y la prensa (en un ejemplo claro de lo que en política se considera como regla de la transfusión), se actúa y se cohesiona. Si los resultados de la arrojada empresa son positivos, se jactan de haber interpretado el deseo popular y, si no lo son, se procede a la victimización y al determinismo de su gestión.
Nuestros militares siguieron el manual al pie de la letra.
Argentinos, a vencer. Argentinos, a veces.
Puede que por esto, porque sabían que lo que estaban haciendo estaba siendo creado por sus demonizaciones, ninguno de ellos agarró un fusil. Puede que por esto Astiz no haya disparado un solo tiro y puede que por esto que todavía hoy estén empeñando alguna que otra alhaja de los que quedaron y colaboraron.
Los culpables son ellos, de ellos es la maquinación y la demencia. Me consoló mucho el escrache silencioso a galtieri, pero sigue sin gustarme el eslogan. Humildemente, propondría cambiarlo:
Las Malvinas no son argentinas, los pibes que murieron en ellas, sí.
[1] Ver en este punto, por ejemplo, La Frontera en América Latina. HEBE CLEMENTI. Buenos Aires, Leviatán, , 4 vol.
[2] Las Conquistas Territoriales Argentinas. RÓMULO MENENDEZ. Buenos Aires, Círculo Militar, 1982.
[3] Ver un paralelismo semejante en Los Conflictos Territoriales e Internacionales en la Historia Argentina. CARLOS ESCUDE. Historiografía Argentina , una evaluación crítica de la producción histórica nacional. Buenos Aires, Comité Internacional de Ciencias Históricas, Comité Argentino, 1990.
Por Federico Costa