Hombre pájaro
André (Andy) Hediger
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Campeón mundial de parapente
Por Rubén Daniel Fernández Lisso
Vive en medio de las sierras, donde no hay nada. No hay nada para la mentalidad tecnológica y citadina. Ahí vive la naturaleza. El viento, los pastos duros, la vegetación rala. Ahí viven las serpientes: yarará, coral, cascabel. Y viven los cóndores.
No sería raro que este hombre cóndor, fuera amigo de los habitantes del aire, porque él mismo es un habitante del aire.
En 1985 trabajaba en una fábrica de velas de windsurf, veleros, catamaranes y paracaídas, cuando entró una persona que quería que le reformaran un paracaídas para poder volar partiendo de una pendiente (pente) de las montañas. "Yo pensé: uuaaauuu, volar saltando desde una montaña, no tener que subir a un avión, qué bueno". Desde ése día, las historias de André Hediger y los barriletes que transportan humanos no se volvieron a separar.
En esos tiempos, la NASA aseguraba que era imposible conseguir la relación de 1 a 5, es decir, que por cada metro de caída, uno puede volar cinco en dirección horizontal. "Hoy, estamos tratando de llegar a la relación 1 a 12", dice y se ríe, mientras pide un segundo para contestar unos mensajes electrónicos.
"El dueño de la fábrica no quiso hacer el trabajo, porque creía que el tipo se iba a tirar de un avión. A mí me decía: -Ese tipo se va a tirar de un avión, el paracaídas le va a estallar y se va a matar, yo ese trabajo no lo hago.
Pero Andy, como le dicen todos, ya había aprendido bastante del trabajo con velas y el tipo que trajo la idea resultó ser una cabeza, un autodidacta, y juntos empezaron a desarrollar los primeros prototipos de parapente. "Largué todo y nos pusimos a trabajar a full. El tipo diseñaba y yo era el obrero: volaba para probar las velas, corregir los defectos, encontrar nuevas posibilidades y mejoras de todo tipo, además, cosía, medía, cortaba, pegaba".
Desde ese momento hasta hoy, André Hediger dio 34 vueltas alrededor del sol y se consolidó como piloto de pruebas de la marca Advance, "el Rolls Royce del parapente". Es instructor de pilotos. También trabajó como piloto de pruebas de la Federación de Vuelo Libre Suizo, en la homologación de velas ("que deben tener determinados parámetros de carga, de resistencia, y del vuelo en sí mismo"). También pilotea avionetas y planeadores, o conduce una poderosa Huskvarna de un amigo.
¿Cómo llegaste a la Argentina?
Conocí en Suiza a "la" Betina, una chica argentina que era parapentista. Empezamos a salir y después vine a Cuchi Corral a dar un curso de perfeccionamiento para pilotos. Volamos mucho y conocí este lugar. ¡Hay un aeroclub abandonado! No lo podía creer.
Después del viaje volvieron con Betina a Europa. Siguieron volando parapente en forma profesional hasta que un día Betina tuvo un accidente de vuelo y se mató.
"Eso desorganizó completamente mi mente. Estaba enamorado, teníamos planes... Quedé unos meses patinando, no entendía nada. Hasta que me golpeé yo mismo, un accidente que me mandó al hospital... En medio de la confusión, cuando no sabía para dónde agarrar, me vino muy fuerte la idea de Córdoba, del aeroclub abandonado en La Cumbre. La idea me puso nervioso, inquieto, y me vine para acá".
Andy llegó hace cuatro años, balbuceando apenas el castellano, ahora, habla "argentino", mejor dicho "cordobés", a la perfección. En su charla se mezclan los muy mucho con espantura o hechito.
En esos cuatro años, el Aeroclub consolidó una pista activa de 1100 metros, un aero atelier, único en la Argentina, donde se reparan equipos de alas delta o parapente, se realizan vuelos en aeronaves de vuelo pendular con motor (trike), o en Swift, que es un planeador que toma impulso con la fuerza de las piernas del piloto (al mejor estilo Picapiedras). Además, pasan a altas velocidades barriletes de tracción que arrastran boogies sobre el pasto, skates o rollers en el asfalto.
Como si eso fuera poco, en el Aeroclub también están Cecilia y Lua, las dos chicas que conviven con André. Una, porque es su mujer. La otra, porque es su hija.
"Estoy muy contento, porque el lugar revivió. Cuando llegué estaba todo abandonado... Fue como una tarea de rehabilitación. Y yo estaba acá, en este lugar sin contaminación, con una naturaleza vigorosa, con condiciones muy aptas para volar"...
Y cuenta que le volvió la fuerza, las ganas de hacer cosas nuevas, ganas de enseñar y compartir lo que había aprendido en miles de horas de vuelo, en miles de horas de trabajo en el taller, en miles de horas probando prototipos de alas.
En el 2000, André Hediger ganó la World Cup of Paragliding (copa mundial de parapente, in english) que son seis competiciones en un año. La serie empezó en Brasil y siguió en España, Portugal, Francia, Austria y finalizó con una nueva competencia en Francia. "Cuando gané la competencia de Brasil y me posicioné muy bien, después seguí volando bien en las demás fechas, y cerré el año con broche de oro: gané la Copa del Mundo cuando Lua estaba a punto de llegar".
"La Copa del Mundo es una competencia muy exigente porque uno se debe mantener en buen nivel durante todo el año, por eso realicé un entrenamiento muy exigente que me dio el nivel necesario para ganar el torneo más difícil del parapente mundial.
En Cuchi Corral pude volar mucho y entrenar en condiciones técnicas complicadas: hay quebradas, alto plano, viento, inversiones, térmicas que se pierden, térmicas derivadas, térmicas chiquititas, acá hay todo tipo de condiciones. Por eso aprendí a volar con paciencia, saber asegurar la altura... Y así me fui a Brasil súper liviano, sin presiones, sin ninguna carga y me la gané".
No tiene televisión y mientras nosotros estuvimos jamás se escuchó otra música que la de la naturaleza "a veces escucho la radio, o toco la guitarra, pero lo que más me gusta es escuchar el ruido de la naturaleza", contaba mientras un fuerte viento del este insistía en impedir los despegues.
"Acá vienen muchos pilotos de Europa, que se sienten atraídos por el verano del Hemisferio Sur. En Suiza, por ejemplo, en invierno hay mucha nieve y hace frío, entonces se vienen a La Cumbre, que se puede volar, se está bien, se come bien, no hay criminalidad. El único factor es que es un poco caro. Pero así y todo, desde que yo estoy, ya vinieron más de 500 personas", nos comenta. Y uno no sabe qué pensar cuando un suizo comenta que nuestro apartado país es caro. Una explicación surge de la relación franco dólar, la otra es que nadie puede explicar este inexplicable terruño, porque los precios del lugar no difieren de los de Buenos Aires.
"Algunos me dicen cómo te viniste para acá, si en Europa podrías estar ganando un montón de plata, con mucho mejores condiciones de vida. Es cierto que en Suiza, después de ganar el título del mundo, yo podría estar haciendo mucho más dinero de sponsoring, o de viajes de promoción".
Aunque nuestro mercado es muy chico Andy mantiene la esperanza de "encontrar alguna empresa que sepa apreciar el valor de lo que tengo y hago", en este momento mantiene como sponsor internacional a una bebida llamada Red Bull, ya que forma parte del Acroteam de la marca.
"Además, acá tengo el aero atelier que es una estructura mía, a largo plazo, que me separa de desarrollar únicamente parapentes. Y la calidad de vida acá es tan superior: morir de hambre, no vas a morir, y además, tener paz, tener buen aire, tener tranquilidad...".
André se afincó lejos de su lugar natal, de sus afectos de toda la vida, pero que poco a poco, caen atrapados uno a uno en la tela de araña del encanto de las sierras: "Hace poco vinieron mis padres por segunda vez y estaban super contentos. Yo soy hijo único y ahora tienen ahí a mi hija, son por primera vez abuelos".
Ellos se enamoraron del lugar y planean venir a pasar el invierno de Europa, "porque en las afueras de Zurich hay mucha lluvia, mucha neblina, humedad... Y a mi mamá el clima de acá le encantó: anda en bici, hace ejercicios... El clima acá para la salud es top, súper top. La primer semana que llegaron decían ohh, porque los autos cuando pasaban les tiraban tierra, pero al final sintieron que les volvió a dar un toque rústico y dijeron: Qué bueno esto, nos va a faltar".
"Este lugar es muy atractivo para los que vienen de afuera, ¡es tan bueno para pasear! Ahora vino un amigo suizo que no tiene nada que ver con el vuelo, pero lo llevé a volar en trike, en parapente, se tiró en paracaídas... Ha dicho que nunca tuvo vacaciones así. Los caminos de tierra... En Suiza todos los caminos de tierra están prohibidos para andar. Acá te cruzás la sierra, te vas a donde "chichí bubú" querés y no hay nadie. Ese sentimiento de espacio, de paz. La tierra, el viento, los ríos. No hay cables, ni autopistas. Cuando volás en los Alpes escuchás el ruido de la autopista que está abajo. Esta paz que hay acá, en Europa ya casi no existe".
Otra amiga suiza que vino a participar en la copa del mundo, se enamoró del lugar, compró casa y ahora vive en estos pagos seis meses del año. Y trae gente de afuera que quiere andar a caballo, gente que hace mountain bike, o que quiere volar o pasear.
"Acá hay un espacio alucinante y creo que eso es lo que nos gusta a los europeos. Además se establece buena relación con la gente, ese "latinerío", ese contacto, le gusta mucho a la gente que viene de afuera".
Andy se vino para acá porque están el aire, el espacio, el viento. Andy se quedó porque puede jugar con las térmicas, con los vientos. Porque disfruta volar al lado de los pájaros.
Por Rubén Daniel Fernández Lisso