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EL PODER EN TIEMPOS DE OTROS GOBERNANTES
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Introductio
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------El destino hizo que desde muy jovencito, el que tipea esto supiera de la carga de infatuación que hay detrás de los que gustan de ejercer el poder. Viendo muchos ejemplos de esa pobreza del alma, había entendido el sentido de esa frase que rezaba: El hombre es como el pavo real, muchas plumas, muchos emblemas, y poco cuerpo.
El deseo de poder es, entre otras cosas, añoranza de un tiempo que nunca existió, en el cual los hombres eran "semidioses poderosos"
Y es también la salida fácil que encuentran algunos para soportar la idea de la muerte, porque el ejercicio del poder distrae de ese asuntillo de la finitud de uno mismo.
Están los poderosos, por ejemplo, un dueño de una Cadena de Supermercados, o un Presidente de la Nación, que se creen los únicos poderosos del mundo. Cuando Foucault demostró en forma suficiente en "Microfísica del poder", que el mismo está fragmentado. Y un buen ejemplo aquí en la capital del sub-desarrollo, es un señor carnicero. Qué poder sobre los clientes, el peso, la calidad y sobre los cadáveres de la heladera, y ese gesto de asesino en ciernes cuando afila el cuchillo, y esos bigotes que tiemblan cuando le hace el filo a la mucamita tímida, y ese título que porta impunemente: ¡CARNICERO!. Fin del ejemplo.
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Asociación semi-libre
Joooder con el poder.
Hacer esperar, pasatiempo milenario, prerrogativa del poder.
Recurrencia de la pregunta masculina: ¿Es que no quiero, o es que no puedo?
Mi abuelo fue esclavo. Que se avergüence el amo.
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Haga uso pero no abuso.
El costado más trágico del asunto es cuando el poder recae en los muertos en vida o en mentes cretinas: Stalin, Hitler, Videla, son buenos ejemplos de lo nefasto que puede ser para la humanidad.
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Gobernantes eran los de antes:
Al revés del ejemplo anterior, qué interesante sería el poder en sabios y poetas.
Y aquí estamos de lleno en el meollo de este rollo: La justificación plena del poder y de su ejercicio, sería en los casos en que se le otorgara una cuota del mismo a seres que hayan comprendido que el uso del poder está relacionado con la protección de su gente y en caso de ser gobernantes, la misión sería el uso del mismo para lograr la máxima felicidad de su pueblo, no sólo en lo económico.
Lo increíble de esto, es que Roland Barthes descubrió una historia auténtica en donde puede verse que en algunos casos esto no fue un capítulo de Utopía, sino el ejercicio de un hombre sabio. Señores sobrevivientes de este siglo, con ustedes la historia en cuestión:
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"Resulta que en China hace algunos siglos, un hombre que estaba viviendo en la Capital del Imperio, acosado por el hambre decide robar en una casa, pero con tanta mala suerte que sus dueños eran parientes del Gran Emperador y estaba siempre discretamente vigilada. Después de ser capturado, se le decreta la muerte en la guillotina china, muy parecida a la que tendrían luego los franceses. Según la costumbre, la ejecución tenía que ser realizada en el lugar donde había nacido.
Hasta allí lo trasladan y el amo de ese feudo, un Mandarín con fama de justo e inteligente, lo visita en la prisión. Hablan un rato y el Mandarín descubre que el padre del desdichado había sido un fiel sirviente suyo y se retira convencido de que este hombre había actuado sólo por desesperación, pero que no era un criminal nato.
Después de meditar un tiempo decide correr el riesgo de pedirle con humildad infinita el indulto al Gran Emperador, para lo cual despacha un mensajero con una larga carta.
Pasan los días, se acerca la fecha de la ejecución y entonces el Mandarín hace un último intento y envía otro mensajero en busca de novedades.
Finalmente llega el día en que el prisionero debe ser ejecutado. La guillotina está instalada en medio de la plaza. Hay una gran cantidad de gente y en una especie de sombrío palco, está el Mandarín y varias de sus mujeres.
El reo es puesto de rodillas con la cabeza apoyada en el semicírculo de una madera, justo debajo de una pesada hoja de acero afiladísima de la cual sale una cuerda cuyo extremo está sostenido por un verdugo que mira atentamente al Mandarín, de quién debe recibir la orden para que la cuchilla baje hacia el cuello del infortunado. De pronto se escucha un fuerte galope que hace girar a casi todos y se ve a un jinete en un brioso caballo blandiendo en su mano izquierda un papiro y gritando desaforadamente:
-¡¡Traigo el indulto del Gran Emperadooooor!!
Una expresión de júbilo se dibuja en el rostro del prisionero y en esos instantes, a una seña del Mandarín, el verdugo suelta la cuerda y la guillotina separa la cabeza del condenado que rueda con una sonrisa fija.
El Mandarín se dirige a su concubina preferida, pero en voz bien alta, como para que se enteren todos, dice:
-Por lo menos murió feliz, ya que el indulto no fue otorgado-,mientras le tiraba una moneda de oro al actor que hizo el papel de mensajero.
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Por Tom Lupo
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