En su obra "Diálogos de cortesanas" las protagonistas son dos mujeres de vida licenciosa, la Enana y Antonia, que están preocupadas acerca del futuro que puede tener una hija mujer. Aretino pone en boca de estas damas su propia idea del asunto, haciéndolas discurrir por los tres estados femeninos imaginables: monja, esposa o prostituta. Con un lenguaje plagado de metáforas sensuales describe con imaginación y gracia todos los caminos del deseo humano, haciendo un valioso aporte al mundo de la literatura erótica (que el lector atesora agradecido).
La conclusión no es difícil de adelantar, ya que las anécdotas que refieren ambas mujeres hablan de casadas más impuras que la peor de las trabajadoras del sexo, de monjas que rompen todas sus promesas con el mayor de los placeres y de prostitutas que se comportan según lo estipulado, o incluso con más decoro.
Cuando toca el turno de analizar a los hombres, tampoco su fidelidad y buenas intenciones quedan bien paradas: no nació aquel que sea digno de confianza para una mujer enamorada.
Aretino logra así una aguda crítica social con una visión risueña de las miserias humanas, sobre todo a la hora de enfrentarse con la propia lujuria.
¿Es aconsejable leerlo? Sí, porque además de abrir una puerta a la sensualidad del Renacimiento, es una buena oportunidad para reemplazar por un rato revistas reprochables, videos de escasa calidad o fotos de anatomías inexplicables. Incluso a costa de conservar las manos pilosas o las espaldas corvas que parecen perseguir a la humanidad desde sus comienzos.
Por Carola Chaparro