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La acción empresarial: Una ojeada retrospectiva
¿Quiénes son los empresarios? La pregunta abre espacio a las visiones que la historia de empresas ha venido ensayando desde hace más medio siglo. Exponemos panorámicamente algunas respuestas que incluyen, también, al empresariado argentino.
Management, gerentes, hombres de negocios, business-men... Han recibido diversos nombres pero, más que eso, desde hace algún tiempo se ha buscado definir sus cualidades: ¿Quiénes son los empresarios?
La historia de empresas surgió en EE.UU. hacia los años 20. Joseph Schumpeter () inició los primeros ensayos académicos desde la Universidad de Harvard. Allí fue promotor en 1948 del Research Center in Entrepreneurial History, centro que tuvo por meta estudiar la práctica empresarial. A Schumpeter le interesaban los empresarios como agentes innovadores y creadores de una dinámica propia. Así, elaboró un modelo que contenía, entre otras características, la de ser intuitivo, voluntarista, la de conducir los medios de producción a nuevos caminos, ser utilitarista, con voluntad de conquistar, y disponer de un gozo creador y aventurero al hacer las cosas (1) . Este arquetipo "individualista" fue revisado tiempo después por el propio Schumpeter, y actualizado a través de la relación de las empresas con el ambiente.
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Empresa y ambiente
En efecto, un empresario no opera aisladamente sino que su presencia está inserta en un sistema de valoraciones y sanciones sociales. Estos elementos del ambiente son los que permiten que, junto al desarrollo tecnológico y las acciones gubernamentales, el papel de los empresarios signe la marcha de la economía. Alexander Gerschenkron otro académico del Research Center- puso en evidencia que los elementos preindustriales de la Rusia zarista habían retardado la industrialización, al tiempo que las orientaciones del empresariado francés habían atrasado a ese país como potencia industrial durante el siglo XIX. Para Gerschenkron el contexto empresa-ambiente no debía ser funcionalista, pues "lo que debe mirarse antes que nada es cuál es el grado de persistencia de los sistemas de valor, y cuál su propensión al cambio [ya que] los empresarios surgen en el escenario histórico respondiendo al desafío que los grandes cambios producidos en el ambiente económico y social suponen" (2). La acción empresarial, entonces, es conciente, activa, dialéctica. ¿Vale también para el caso criollo
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La "clase dominante" argentina
Jorge Federico Sábato () reinstaló en los años 80 la discusión sobre la capacidad innovadora del empresariado. Existía el paradigma sobre que el estancamiento del país era culpa de la mentalidad "colonial" de los terratenientes criollos, "con olor a bosta" al decir de Sarmiento. La obra de Giberti es referencial para esta interpretación. Para Sábato, como historiador, había matices: los grupos económicos del siglo XIX habían tenido un comportamiento netamente capitalista, y no "colonial", para obtener ganancias, gracias a "una vocación comercial muy alerta para aprovechar las oportunidades de un mercado internacional cambiante" (3). Ese comportamiento consistió en aplicar un criterio racional a los factores de producción disponibles: mucha tierra, poca gente y poco capital. De lo que resultó la formación de empresarios con inversiones diversificadas en agricultura, ganadería e industria -según fueran las coyunturas del mercado-, con altos ingresos y bajos riesgos. Según Sábato, en la evolución económica de nuestro país no hubo un sistema "puro" sino uno "dominante", donde "junto a la cuestión de la tierra, las actividades comerciales y financieras constituyen la clave de la consolidación y comportamiento de la clase dominante en la Argentina" de fines del siglo XIX (4). Es ahí donde subyace en el autor la idea del empresariado argentino como una clase "parasitaria", que ha valorado -y aún valora- la centralidad de los elementos financieros por encima de los de producción.
La repercusión académica del modelo de Sábato fue amplia, y suscitó críticas cuando se realizaron estudios de casos que no se correspondieron del todo al esquema teórico (5). A pesar de ello, el perfil de los actores económicos de nuestro país comenzó a despejarse.
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La mano visible
Sin duda este tema expone a la empresa como sujeto histórico, y a los empresarios como sus mentores. Así, por ejemplo, cada empresa cuenta con estrategias, una estructura, delinea patrones de gestión y una manera de vincularse a los mercados. Todo eso integra un cuerpo teórico y metodológico específicos. Fue Alfred Chandler jr. también de la Universidad de Harvard- quien en 1977 estudió la historia de la economía estadounidense desde la empresa moderna como organización. Es así que pudo definirla como la institución más poderosa de la economía de ese país. Por estudios de casos y perspectivas comparadas, concluyó que los big business al combinar las innovaciones tecnológicas, las organizativas y los sistemas masivos de distribución, habían podido asimilar mejor las nuevas competencias de las empresas. "En muchos sectores, la mano visible de la dirección sustituyó a la que Adam Smith denominó la mano invisible de las fuerzas del mercado" (6). Es por eso que la relación estado-empresa enfoca la base política de las sociedades modernas, y su adecuación constituye uno de los principales desafíos del nuevo siglo.
Notas
1. Schumpeter, Joseph, Teoría del desenvolvimiento económico, México, F.C.E., 1957, pág. 69-103. (El libro data de 1911)
2. Gerschekron, A., El atraso económico en su perspectiva histórica, Barcelona, Ariel, 1968, pág. 75-76.
3. Sábato, Jorge Federico, La clase dominante en la Argentina moderna. Formación y características, Buenos Aires, Imago Mundi, 1991, pág. 46.
4. Ibídem, pág. 39.
5. Palacio, Juan Manuel, Jorge Sábato y la historiografía rural pampeana: el problema del otro; Rocchi, Fernando, En busca del empresario perdido: los industriales argentinos y las tesis de Jorge Sábato, en "Entrepasados", año V, nº 10, 1996.
6. Chandler jr, A.D., The visible hand, Cambridge (Mass.), The Belknap Press, 1977, citado en Barbero, María Inés, Historia de empresas. Aproximaciones historiográficas y problemas en debate, Buenos Aires, C.E.A.L., 1993, pág. 13.
Por Marcelo Luna
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